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Ana 1, un regalo del tipo de seguridad
Fecha: 17/10/2019, Categorías: Grandes Series, Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
La primera vez que vi a Ana desnuda, sentí una puntada de decepción. No porque sus formas fuesen menos sensuales de las que imaginaba cada vez que la desnudaba con la mirada, sino porque en mis fantasías, por extraño que parezca, lo que más disfrutaba era bajarle de un tirón las calzas ajustadas que acostumbraba usar, con bombacha y todo, y encontrarme con su voluptuoso culo, el cual le encantaba mostrar con sus prendas bien ajustadas. También me imaginaba arrancándole uno de esos vestiditos floreados, con la espalda desnuda, para luego hacer lo mismo con su tanga, convirtiéndola en hilachas, que guardaría en mi bolsillo como un sexual trofeo. Otra fantasía recurrente era pasarle la mano por debajo de la pollera celeste que usaba con distintas blusas, las cuales representaban sus atuendos más recatados, cosa que solo servía para calentarme más, pensando en cómo sería el contacto de mi mano desesperada con ese trasero respingón y redondo, un trasero tan al alcance de la mano en aquellas tardes en las que me cruzaba con ella en el ascensor. Mis fantasías siempre incluían ropa, me moría de ganas de desvestirla, y sin embargo ahí la tenía, completamente en pelotas: su cuerpo pequeño se desparramaba en la cama de dos plazas, estaba despeinada, con los rulos para cualquier parte. La pelvis depilada, por lo que supuse que todo su cuerpo lo estaría, endulzando más el sabor de su piel a cada beso que le daría. Esto me hizo olvidar el detalle de la completa desnudez. De hecho, ya ...
... no me importó, porque si bien no iba a poder despojarla de sus ropas, sí podría cumplir las demás fantasías, ya que su actitud de entrega me decía que era de las mujeres que dejaban que los hombres hicieran con su cuerpo lo que quisieran, y ella haría también todo lo que sus hombres le pidieran. — Ahí la tenés. — Dijo Germán, que llevaba puesto el uniforme azul marino de seguridad, y se le notaba el bulto duro debajo de los pantalones. Eso me hizo caer a la realidad de repente. Tendría que compartirla con él. Ese era el trato. — ¿qué hace él acá? — preguntó Ana, hablando por primera vez. Se veía sorprendida y enojada, sin embargo no se molestó en taparse con las sábanas, cosa que me entusiasmó. Germán me venía haciendo la cabeza con Ana desde hace bastante. Yo siempre estuve enamorado de ella. Cada vez que se apagaba el sonido del violín que me llegaba del departamento, que era el que estaba al lado del mío, yo esperaba a lado de mi puerta atento a escuchar cuando saliera, para “casualmente” encontrarme con ella en el pasillo y luego bajar juntos en el ascensor. A veces bajaba con el novio, pero cuando bajaba sola, tampoco podía hablar demasiado, porque me intimidaba mucho. En un año de conocerla sólo conseguí que sepa mi nombre, y que soy su vecino. Es una mujer muy sexual. Siempre lo supe, porque se escuchaban los gritos de sus orgasmos a través de las paredes que nos dividían. Viéndola desnuda esa noche, mientras Germán se arrodillaba sobre su cama, me hizo ...