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Ana 1, un regalo del tipo de seguridad
Fecha: 17/10/2019, Categorías: Grandes Series, Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
... esperar dos horas, porque recién a la medianoche era cuando no había movimiento en el edificio y así no corrían el riesgo de que lo descubran ausente en su puesto. A lo que ella contestó: necesito acabar ya! Germán hervía de ira pero le contestó que sí, que en cinco minutos subía. No me quedaba claro por qué me contaba y mostraba todo eso. Se me ocurrió que pretendía que lo cubra abajo, en la portería, avisándole si sucedía algo por lo que tenga que bajar urgentemente, pero estaba muy equivocado. — ¿vos estás enamorado de Ana no? — me preguntó. Yo me quedé sin habla. — ya sé que sí. — se respondió sólo. — mirá, Ana no es para vos. Es una puta. Hoy trajo a un tipo y se lo cogió teniéndome a mí acá. Se coge a medio mundo y después te trata como basura. Mira, vamos a hacer esto: vos subís conmigo. — yo estaba callado pero ahora realmente me quedé sin habla. —Ella me está esperando en pelotas con las piernas abiertas. Quiere que le chupe la concha sin decirle nada, que la haga acabar y me vaya sin discutir, pero vamos a subir y nos vamos a enfiestar con esa putita. No vale la pena que enumere todas las dudas que tuve mientras me hablaba, porque en definitiva cedí. La puerta del departamento estaba abierta. Era la costumbre que tenían: quitarle la llave y abrirla apenas, para que él pueda entrar rápidamente, sin exponerse a que lo vean algunos de los otros vecinos. Pero esta vez entramos los dos. Cruzamos el corto pasillo, pasamos el baño, y ahí estaba la otra ...
... puerta abierta, la de su habitación, con Ana en bolas. Finalmente Germán, tras un último intento, logró mantener las piernas de Ana abiertas el tiempo suficiente como para enterrar entre ellas su barbuda cara. Yo estaba parado en el umbral de la puerta, todavía tímido, aunque sabía que ni loco me iría de allí. Germán me hizo un gesto con la mano. — Dale flaco, toda tuya. — dijo, como invitándome a comer, y volvió a lo suyo. Ana estaba desganada. — no quiero hacer nada yo. — dijo casi suplicándome. Sin embargo ese comentario estaba lejos de ser un rechazo. Se recostó sobre la cama e inclinó su cabeza a un lado, como queriendo dormir. Sin embargo cada tanto se percibía el espasmo de su cuerpo y se escuchaba un leve gemido cada vez que la lengua de Germán embestía contra su clítoris. Era todo el asentimiento que necesitaba. Abandoné mi actitud observadora, me acerqué y en la semipenumbra vislumbré claramente su cuerpo. Su piel blanquísima estaba manchada por muchos lunares y pecas, principalmente en su pecho, por encima de la unión de sus tetas. Agarré una de ellas. Era suave y blanda, pero firme. El pezón rozado. Ella salió de su sueño fingido y me miró a los ojos, resignada. Apreté su teta, acerqué mi cara al otro pecho, todo su cuerpo despedía un agradable aroma dulzón, así que cambié de parecer, froté mi nariz oliéndola como un animal, desde el cuello hasta su ombligo encontrándome con la cabeza de Germán que no se cansaba de chupar y repetir cada tanto “ves que te ...