1. Una razon para estar quieto


    Fecha: 17/10/2019, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    Una sola razón para estar quieto Corrían los años de mi niñez, y ya había tenido experiencias, que en ese momento no se le decía gay, sino que sin mayor morbo, me permitía disfrutar de mi cuerpo y dar placer al mismo. Por lo que voy a relatar, un momento de mi vida en la que, mi excitación infantil, era más grande que la razón, y mi gusto era mayor al complacerme. Me gustaba sentir mi penecito erecto, que por mis 9 años ya era de regular tamaño, tal vez por genética, o por masturbarme desde muy chico. Recuerdo, que siempre me la pasaba en trusita y en cualquier sitio de la casa me agarraba mi pilin y lo jalaba, hasta erectarlo y me daba un gusto, tanto que terminaba sudando y agotado. Otro de mis grandes placeres, siempre fue introducirme el dedo, los dedos y alguno que otro objeto parecido a un pito, como lápices, roll on o hasta pepinos de regular tamaño… todo esto no fue de la noche a la mañana, sino, que fue un descubrimiento al estar haciendo mis necesidades, y apretar antes que defecara, me di cuenta que podía reintroducir lo que salía, dándome más placer que masturbarme el pilin. Mis escasos años, me fascinaba jugar con los chicos más grandes que yo, juegos rudos por supuesto, luchitas, burro castigado, touchito, etc. , y es que ellos, con edades de 13 a 16 años siempre andaban con las hormonas a flor de piel, y pequeños roces o arrimones de mi parte o por el juego rudo, levantaban carpas en sus shorts que les obligaban a meterse la mano por la cintura y acomodársela, ...
    ... o simplemente disimular y salir corriendo a sentarse por ahí, para que nadie se diera cuenta. En una ocasión, y es la anécdota que contare. Habíamos tenido una primavera mucho muy calurosa, y asistíamos a bañarnos en un pequeño riachuelo de mi ciudad, cercano a mi colonia, y donde en días como esos, se llenaba de niños, jóvenes y adultos a disfrutar de sus corrientes frías de agua, y donde existían varias pocitas que se formaban con pequeñas cascadas, que venían desde lo más alto de un monte… así que teníamos todo un parque de diversiones para nosotros. Cierto es que, en ocasiones, era usado, generalmente por las tardes noches, para parejitas de enamorados o mayores, para encuentros amorosos, con la sola complicidad de las estrellas. Acudimos en Tropel, casi todos los chiquillos de la cuadra, aproximadamente 10, que rondábamos la misma edad, 6 años el menor llamado Luis, 7 Ángel, 8 Manuel, 9 Miguel, 9 Adrián, 10 Alfonso y 13 Stefan, de los que me acuerdo, y yo Juanma. . Imagínense la escena: 10 chiquillos retozando en short o en trusitas tipo biquini, bajo los rayos del sol, en un pequeño riachuelo, risas, alegría que contagiaba a todos entre juegos. Jugamos desde clavados de lo alto de la cascada hacia la pocita, a los hoyitos quemados, y después de varias horas, descansábamos tirados en el pasto bajo los árboles, comiendo alguna fruta que encontrábamos por ahí, ya que los árboles eran frutales, Mango, Guayaba, Tamarindo, etc. Imagínense la escena: 10 chiquillos retozando en ...
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