Memorias, entre el pasado y el presente (3)
Fecha: 31/10/2019,
Categorías:
Hetero
Autor: zorroblanco2003, Fuente: SexoSinTabues
... estaba duro como un clavo, Dora lo vio y sonrió. — Vaya, el señorito está contento hoy —dijo mientras sonreía con sus dientes blancos en contraste con el color de su piel y sus labios negros. — ¡Oh bueno si, no se debe ser el calor! —me justifiqué yo. — ¡Claro que si, el calor es muy malo en este tiempo! Ella me ayudaba a secarme, lo había hecho desde que era pequeño y aún lo hacía, por supuesto que yo era perfectamente capaz de hacerlo sólo pero a ella le gustaba servirme y a mi dejarla hacerlo. El caso es que al tenerla tan cerca, casi abrazada a mi, no pude evitar pegar la minga a sus suaves carnes y en mi mente me imaginé metiéndola en su raja negra, aquella donde yo pensaba que mi puño podría entrar. Los pensamientos me turbaron de tal manera que me así a su cintura y trate de rodearla y llegar a su culo, cogiéndola por sus anchas caderas. El tacto de su piel era tan esponjoso, tan suave, que fue una delicia sentirlo. Ahora también recuerdo que sus pechos, sin duda tuvieron que chocar contra mi torso desnudo y aquella esponjosidad también me turbó sobre manera. Dora debió notarlo, pero tampoco lo recriminó, ella sería incapaz de hacer una cosa así conmigo: su niño. — Vaya, el señorito está muy cariñoso hoy con Dora, ¿verdad? —se limitó a asentir. — ¡Oh Dora es que tienes una piel tan suave. —le confesé yo mientras nos separábamos de nuestro fraternal abrazo. Ella se quedó mirándome y yo a ella, vi como miraba mi pene erecto y con el corazón acelerado tomé su mano y la ...
... coloqué sobre él. — ¿Podrías acariciarme aquí? —me limité a pedirle. Dora no supo qué decir, y durante unos segundos pareció algo desconcertada, pero con la serenidad que la caracterizaba, no debió darle mucha importancia. — ¡Oh señorito! Bueno lo secaré un poco más —dijo y cogió el paño y me lo pasó por mi pito y mis bolas que ya comenzaban a tener cierta pelusilla. Sus caricias, aunque me gustaron no era lo que yo buscaba, quería que me masturbase, como Albert me había dicho que se hacía, así que insistí. — ¡Así no, sólo con la mano! —le rogué. Dora se detuvo, dudó un poco y finalmente puso su mano desnuda sobre mi pito erecto, acariciándomelo y tocándome también las bolas bajo él. — ¡Oh señorito, qué joven tan guapo va a ser! Todas las chicas se fijarán en usted —afirmó ella mientras me acariciaba. Yo deseé tocar sus pechos y así lo hice, por encima de la tela. Ella me dejó hacer, palpé sus pezones y vi cómo éstos, a medida que los acariciaba y los intentaba coger con los dedos se endurecían y ponían aún más gordos, abultando sobre el fino y blanco algodón. — ¡Señor, esto que hacemos no está bien! Si su madre se enterase, me darían cuarenta latigazos, usted lo sabe, ¿verdad? —me advirtió con preocupación. — No te preocupes Dora, yo no diré nada —asentí con tal de que continuase. — Lo sé, pero pueden descubrirnos, dejémoslo por hoy. —protestó nerviosa amenazando con dejar a medias lo que había empezado. — Está bien Dora, como desees —dije yo algo desilusionado. Aquella noche, ...