1. M A R I N A


    Fecha: 16/11/2019, Categorías: Incesto Autor: iccs, Fuente: SexoSinTabues

    ... otro, tratando de actualizar o confirmar un rumor y convertirlo en noticia, -eso es una redacción-, no fue raro que no oyese el sonido de mi móvil cuando me llegó el mensaje. Sólo horas más tarde, cuando noté que algo vibraba en el bolsillo trasero de mi pantalón me di cuenta de que alguien me estaba llamando. Esbocé una sonrisa cuando identifiqué a la autora de la llamada. ¡Qué querrá esta chiquilla!, -pensé- al descolgar. -¡Tío! –identifiqué la voz de Marina de inmediato, con un tono que denotaba preocupación e impaciencia. -Dime, ¿dónde está el fuego, princesa? A continuación escuché la voz atropellada de Marina, que me instaba casi con desesperación a que borrase algo-. -¡Por favor, bórrala! ¡Bórrala de inmediato! ¡Bórrala! -Borrar ¿Qué quieres que borre? ¿A qué te refieres? -A la foto que te he enviado hace horas por whatsapp. Ha sido por error. Lo siento, tío. No es para ti. ¡Bórrala! La voz de Marina sonó realmente angustiosa y eso me extrañó mucho. Marina era una jovencita soñadora y prudente; mucho más de lo habitual entre las jóvenes de su edad: Marina solo tenía dieciséis años, recién cumplidas. Esa forma de hablar tan atolondrada no era propia de ella. Intuí entonces que algo realmente grave, al menos para ella, sucedía. -Voy a buscarla. Ahora te llamo. Navegué por mi teléfono y busqué su mensaje. Cuando lo localicé y descubrí la foto en cuestión entendí de inmediato su nerviosismo. La llamé inmediatamente. - Marina… - ¿La has borrado? - Marina… - ¡Tío; Bórrala, ...
    ... joder! -Gritó desesperada-. ¡¡Bórrala!! Era la primera vez que le escuchaba decir una palabra malsonante, dirigiéndose a mí. - Marina. Tranquilízate; la borraré, pero tenemos que hablar… Como respuesta sólo hubo un llanto apagado. -Gracias, tiito. Pero, porfa, porfa, porfa; ¡No se lo digas a mis padres! ¡¡No se lo digas!! Fue lo único que acertó a balbucear antes de colgar. Respiré hondo y volví a llamarla. No respondió. Insistí e insistí, tozudo, y por fin contestó. -Marina. -¿¡Qué!? -Puedes estar tranquila por tus padres. ¿Cuándo les he contado alguna de tus travesuras? Seré una tumba, como siempre. Lo sabes de sobra. Pásate por casa esta tarde y hablamos del asunto. Es el precio de mi trabajo. ¿Vale? -Eso es un chantaje cobarde, pero…Vale… Contestó, hiposa, pasados unos segundos. Iré a verte esta tarde. Después de colgar me dirigí al lavabo buscando algo de intimidad. Allí volví a mirar la fotografía que causaba a Marina tanta inquietud y preocupación. Como mi sobrina hay montones de muchachas, que están con sus teléfonos móviles, pegados materialmente a la oreja todo el día, o chateando y enviándose fotos. Para ellas es una fiebre irresistible. Marina no era una excepción. Raro era el día en el que no me enviaba dos o tres mensajes, poniendo morritos, o sacándome la lengua, con sus gafas de pasta apoyadas en frágil equilibrio sobre la punta de su nariz, o con el gesto más inimaginable. Pero lo que diferenciaba sustancialmente esta foto, del resto de las recibidas hasta ese ...
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