1. M A R I N A


    Fecha: 16/11/2019, Categorías: Incesto Autor: iccs, Fuente: SexoSinTabues

    ... gesto y se lo probó enseguida. Estábamos en casa de mis suegros -sus abuelos-, y cuando salió a preguntar cómo le quedaba, la visión de sus curvas juveniles, apenas ocultas por la escasez de tela, casi lleva a la tumba a su abuelo al verla con semejante atuendo. Marina siempre ha sido una chiquilla muy hermosa pero puedo asegurar que jamás hasta este día, en el que la vi en la pantallita del móvil completamente desnuda, había tenido hacia ella algún pensamiento obsceno. No obstante, habría que estar ciego para no ver que se había convertido en toda una mujercita, realmente bella, atractiva y deseable. Así lo atestiguaban las miradas de los hombres cuando paseaba con Marina colgada de mi brazo. Parecían cazadores de carne fresca: la desnudaban con la mirada. Yo no me consideré nunca uno de ellos; en absoluto. Marina seguía siendo para mí una chiquilla inocente… hasta este día. Su desnudez encabritó el potro que se mantenía dormido entre mis piernas. Ya nunca volví a ver a Marina con esa inocencia. La ruptura con mi ex, o sea la tía de Marina, no resultó fácil y eso motivó que nos distanciáramos un poco, pero siempre mantuvimos el contacto. Es más, conforme Marina fue creciendo, la conflictividad con sus padres, típica de la adolescencia, fue apareciendo y nuestra relación mejoró. Mi apartamento está situado a pocos metros de su colegio y Marina venía casi todas las semanas alguna tarde a merendar conmigo y a contarme sus penas. Jamás la juzgué ni le reproché nada respecto a ...
    ... sus confidencias; ante ella tampoco critiqué a sus padres ni, por supuesto, a mi ex; me limitaba a escucharla, comprensivo, darle algún que otro mimito y hacerle reír con chorradas de las mías. Recordé que una de las mejores tardes que pasamos juntos fue una en la que ella llegó a mi apartamento, llorando a moco tendido. Había discutido por no sé qué tontería sobre una minifalda, que su madre consideraba demasiado corta y no dejaba que Marina se la pusiera. Estuvimos dibujando monigotes con minifaldas de distintos largos. Luego tachábamos los cortos y dejábamos los largos. Después merendamos. La merienda favorita de Marina eran las tortitas con nata y mucho, pero que mucho sirope. de fresa. Como siempre, se marchó con la conciencia tranquila, una alegre sonrisa de oreja a oreja y energías renovadas para enfrentarse a la dura vida de una adolescente. Me despidió con un largo abrazo y un beso cálido en la mejilla; el mejor regalo que puedes recibir de alguien a quien más quieres en este mundo. Reflexioné sobre estos recuerdos tan recientes, pocos minutos antes de la llegada de Marina, tras una sobremesa en la que me había masturbado contemplando su foto desnuda. Me sentí el hombre más miserable sobre la faz de la tierra. Había traicionado nuestro platónico vínculo de la manera más sucia posible de imaginar. Cuando ya estaba decidido a borrar la fotografía de marras sonó el timbre de la puerta. Dejé el teléfono a un lado y volé para abrirla. Ahí estaba ella, cabizbaja y triste. ...
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