1. EL TORMENTO Y EL EXTASIS (1)


    Fecha: 08/12/2019, Categorías: Incesto Autor: Barquidas, Fuente: SexoSinTabues

    ... ansiaba, demandaba, más, mucho más de aquél “ariete” que la sumía en hondísimo placer. Abrió las piernas, los muslos, deseando atrapar entre ellos el anhelado “ariete”, juntito, juntito, a ese punto del cuerpo femenino que también es fértil huerto donde la vida humana germina. El “ariete” penetró hasta quedar atrapado entre las dos columnas de alabastro que sus muslos eran y rozando su “jardín de vida”. A señalar que, previamente, ese “ariete” había dejado de empujar “allí” por un momento, al tiempo que sentía cómo la mano masculina manipulaba en el pantalón del hombre, deslizando hacia abajo la cremallera, para al momento volver a notar cómo aquella barra de carne, grande, enhiesta, firme y dura cual barra salida de las acerías Krupp, empujaba de nuevo, pero ahora, segura estaba de ello, en su absoluta desnudez. Así, cuando al fin quedó atrapada, empotrada entre sus muslos, pudo distinguir, sentir, en toda su esplendorosa suavidad, aquel “ariete” desnudo y las indecibles por gozosas sensaciones que esa desnudez le transmitía a través de la tenue tersura de su falda. El hombre empezó a dar movimiento a su divino “garrote”, en ese típico movimiento adelante, atrás; adelante, atrás; adelante, atrás del coito metiendo sus caderas que empujaban el masculino pubis hacia ella con todo entusiasmo, replicando ella con no menos entusiasmo moviendo al ritmo impuesto por los embates del hombre sus propias caderas saliendo así el pubis femenino al dulce encuentro con el masculino. Laura ...
    ... gemía, jadeaba, y lanzaba pequeños grititos, moviéndose, adelante atrás, adelante, atrás… Me mordía los labios para no lanzar los alaridos de placer que pugnaban por salir de su boca… Pero quería más, más, mucho, muchísimo más… Quería sentir aquello sin tela, sin falda, de por medio… Quería sentirlo dentro de ella, llenándola, anegada su intimidad en el río de germen de vida del hombre, de aquel hombre que para entonces lo era ya todo para ella; su vida si lo tenía con ella, su muerte si se apartaba de ella… Lo sabía, lo sentía, que él era lo que ella desdesiempre esperara, su mítico “Príncipe Azul”; ese que en un tiempo pensó que sería Emilio… Su ex marido… Qué error… Qué inmenso error… Ese que toda mujer sueña en su adolescencia, en su primera juventud, pero que nunca llega… Mas ella lo tenía allí, ante ella… Era suyo… Lo sabía… Sabía que era suyo… Suyo y de nadie más… El cénit dela exaltación erótica había llegado para Laura. Estrechó hasta el paroxismo el cuello del hombre al que se sentía unida de por vida… Su hombre… El único… El definitivo… Balbució más que murmuró al oído de su hombre, de su amor… • ¡Súbeme la falda, amor! ¡Deseo sentirte, sentir tu carne en mi carne, tu piel en mi piel! ¡Penétrame amor, penétrame, hazme tuya! La falda de Laura subió y sus muslos sintieron las manos del hombre, el “ariete” del hombre refregándose entre ellos… Las manos abandonaron los muslos para buscar las braguitas, la tanga negra con motivos en rojo… Laura se sintió desfallecer de ...