1. D O Ñ A S O L E


    Fecha: 11/12/2019, Categorías: Hetero Autor: Barquidas, Fuente: SexoSinTabues

    ... incluso, cortar los tejidos, según los patrones establecidos para modelos y tallas… Y claro, enseguida empecé a cobrar más de las iniciales seiscientas “pelas”, pues en no tantos meses devengaba ya las mil trescientas y en un año más o menos, dos mil “chulas” de mi alma, un sueldo que, para la época, no estaba nada mal… Llegó 1962 y con él, la “mili”, en Alcalá de Henares, por suerte para mí… De momento, fue un tremendo inconveniente, ya que interrumpía la vida laboral del “quinto”, con la derrama de perder los ingresos por el trabajo. Y no pocas veces, hasta el trabajo, pues no era tan raro que al reintegrarte al empleo al salir licenciado, te encontraras con que tu puesto había volado, ocupado por otro, ya que el trabajo de las empresas no puede pararse Así, en el “dique seco”, pasé los tres meses de Instrucción y alguno de los que pasé ya en el destino, la Comandancia Militar de Plaza… Hasta que me fui espabilando; la obligación, entonces, era permanecer en el cuartel, teniendo libre sólo de seis a ocho de la tarde, el tiempo de paseo y libertad personal; pero también estaba el “Pase de Pernocta”, que permitía salir del cuartel a las deis de la tarde para no volver hasta la mañana siguiente: a las ocho en la Comandancia. Pero para ello, tenías que acreditar vivir en la plaza en este caso, en Alcalá de Henares Pues bien, yo, ni corto ni perezoso, me alquilé un piso en la ciudad, con lo que pude acreditar residir allí, logrando así el dichoso “Pase”. Como responsable ...
    ... directo de los catorce-quince “guripas” de la Comandancia estaba un cabo primero, bellísima persona por cierto; así que yo, con mi pase en el bolsillo, me dirigí a él y le dije que en Madrid podría trabajar por las tardes, pero siempre y cuando saliera a tiempo del cuartel. Él me dijo, que por su parte, podía irme cuando quisiera, pero que si me “cazaban” algún día, él no sabía nada. En fin, que la cosa fue que aquella misma tarde, diez minutos después de que los “jefazos” de la Comandancia se marcharan a su casa a eso de las dos de la tarde, yo salí despendolado para la estación, estando en la tienda a las cuatro. Y así me pasé los diez meses de “mili” que todavía me quedaban por cumplir, trabajando en Madrid cada tarde… Cuando al fin me licenciaron, el jefe de la tienda me esperaba con una sorpresa la mar de agradable. En Madrid, capital y provincia, tenía tres representantes vendiendo sus fabricados. Pues bien, mientras yo estuve sirviendo a la Patria, dos de ellos habían sido baja; a uno, un vago de siete suelas que antes de las once de la mañana milagro era que estuviera trabajando, el jefe lo puso en la calle, y el otro, un hombre ya bastante mayor, más de sesenta años, poco antes de acabar yo la “mili”, había colgado los muestrarios, dedicándose a vivir en paz los años que Dios aún le diera. Y allí entré yo, como flamante agente de ventas de la fabriquita de confección, con la mitad sur de Madrid, capital y provincia, bajo mi responsabilidad La cosa fue miel sobre hojuelas, ...
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