Tatiana Cap I. Juegos lujuriosos
Fecha: 07/01/2020,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: dantestr, Fuente: RelatosEróticos
... Benito y para su propio oportunismo. Pero la raíz de su mórbida emoción estaba en la flagrante violación de la intimidad del joven matrimonio. Tatiana le recordaba a todas las chicas lindas que la habían mirado por encima del hombro; amadas por medio mundo sin necesidad de buscarlo, convencidas de ser mejores que el resto de los mortales. Y ahí estaba Tati: una belleza sin parangón, que le había permitido casarse con un hombre ideal. Ahí estaba la esposa fiel: engatusada, dejándose calentar por su viejo Benito. Ahí estaba: mirando cómo, a escasos centímetros de sus ojos, sus erectos pezones se perdían en ese entrecano bigote y sus fabulosas tetas eran bañadas de saliva por la ávida lengua de un maduro pervertido.
Ahora la muy tonta se preparaba para que Benito se alimentara de ella, y seguramente había decidido no reprimir ninguna sensación que pudiera invadirla. ¿A quién trataba todavía de engañar? Marta sabía que Tatiana estaba caliente. Se le notaba en la agitación del pecho, en el intenso rubor de sus mejillas, en el brillo de sus ojos. Estaba a punto de iniciarse la fase culminante del evento.
―Tranquila, preciosa ―dijo Benito, acariciando un brazo de la joven―. Ya verás que pronto voy a hacer desaparecer tus dolores.
Se arrimó al torso desnudo de Tatiana y capturó el pezón derecho entre sus labios.
―¡Ay! ―gimió la muchacha, dando un saltito.
Marta se apresuró a tranquilizarla. Se le acercó por un costado y la rodeó con un brazo por detrás, ...
... acariciando cariñosamente su espalda. Estaba ansiosa de ver de primera mano cómo su marido se embetunaba los bigotes de leche. Tatiana, ignorante de esas malsanas intenciones, le dirigió una sonrisa de agradecimiento.
A Marta le encantaban los pechos de Tatiana. Sintió envidia de Benito cuando aprisionó entre sus manos una teta de la joven mientras ejecutaba la maniobra de succión.
―¡Ah! ―profirió de súbito la rubia, y Marta no supo distinguir si esta vez era un grito de dolor o de placer.
―Deja que salga, cariño, no lo reprimas…
Tatiana mantenía los ojos cerrados.
―¡Ay!... ¡Uy!!... ¡Aaaahhh―. Los grititos se confundían con los gemidos.
Benito empezó a ordeñar y chupar la tremenda ubre, cada vez con mayor fuerza. Marta oía el ruidoso trasiego de la succión, y veía cómo algunas gotas del preciado elixir se escurrían por la mandíbula de su marido o por el voluminoso seno de la joven.
―Aaaaaayyyyy... Aaaaahhhhhhh… Mmmmmm... Don Benito… no se la trague, por favor… Mmmm... Aaaahhhh… No se moleste…―. La muchacha había abierto los ojos y miraba absorta cómo el hambriento fauno mamaba su leche.
―Tranquila, hijita ―se interrumpió un momento el viejo para mirar a la excitada muchacha —. Esta tibia y rica.
―Gracias, don Benito…
El viejo volvió a su menester.
―Aaaaaaahhhhh… Uuuuuuhhh… Aaaahhh… Aaahhh…
A Marta se le hacía agua la boca. Aguardaba estoicamente su oportunidad. La impresionaba lo caliente que estaba su marido. Sintió una ligera picazón en su ano; ...