1. Noche de pasión en Lisboa (VII): Amália recibe un anillo


    Fecha: 17/09/2017, Categorías: Gays Autor: alfredo1257, Fuente: CuentoRelatos

    ... me contesta con un enigmático:
    
    - Nós sabemos coisas (Nosotros sabemos cosas).
    
    Y entonces comprendo. Recuerdo que el personal de la finca pertenece todo a la misma familia, y lo primero que pienso es que Marta se ha ido de la lengua. Sé que Paulinha no ha sido. La muchacha quiere tanto a Amália, que si ésta le dice que guarde un secreto, se deja matar antes de contar nada. Extrañamente, sé en mi interior que el incidente de la pelea no va a llegar a oídos de los novios. Puedo dormir tranquilo. Aquí rige la ley del silencio y la orden es que ni Magnolia ni su marido lo sepan jamás. Pero Marta se ha asegurado de que se sepa que el compañero de Dona Amália es un hombre que se viste por los pies.
    
    Marta…
    
    Al llegar a la quinta, he aparcado fuera del garaje. Hace poco más de un mes que he estado aquí por primera vez. He vuelto aprovechando el puente de la Virgen de Agosto, sabiendo que Amália no llegaría hasta la hora de la cena. Pero yo me he adelantado.
    
    Cuando me he dirigido a la puerta principal, la he encontrado cerrada. Sin dudarlo he rodeado la casa, yendo hacia la puerta de la cocina, encontrándola también cerrada. Es algo que me extrañó, pues durante el tiempo que pasé en esta casa, nunca había visto ambas puertas cerradas con llave. Así que me acerqué a la ventana de la cocina para ver si estaban en el interior Marta o Paulinha.
    
    Mientras me estaba acercando, vi en pie, de espaldas a la ventana y apoyado en la mesa de trabajo a un hombre que no había ...
    ... visto jamás. Un tipo como de unos cuarenta y pocos años, fuerte; de anchos hombros y con los brazos quemados por el trabajo al sol. Estaba, como digo, apoyado de espaldas, con la parte inferior de los glúteos y los brazos abiertos en compás a cada lado del cuerpo, en la mesa de trabajo. Su cabeza estaba inclinada hacia atrás, como mirando algo por encima del aparador de la loza.
    
    Me coloqué de forma que no pudiese verme a mí y continué observándolo ya que se trataba de una situación extraña. Aquel individuo dentro de la casa, sólo y con todo cerrado.
    
    Entonces veo que Marta emerge delante de él, su cara deformada por la lujuria. Con la blusa abierta y las copas del sostén a la altura del cuello. Mostrando unos pechos plenos y pesados, con areolas oscuras del tamaño de galletas de desayuno y los pezones enhiestos por la excitación. Él le agarra la cara con las manos y la besa en la boca, mientras ella se arremanga la falda hasta la cintura, permitiéndome ver una braga de encaje, de color blanco. Se giran, cambiando de sitio, y él la sienta sobre la mesa, bajando la mano a la entrepierna de ella. Y apartando la braga, se dispone a penetrarla.
    
    Yo ya he visto más que suficiente. Entiendo por qué está cerrada la casa y dado que Marta no corre ningún peligro, y lo que ocurre no es de mi incumbencia, me retiro de la ventana. Es entonces cuando veo, a lo lejos, a la cuadrilla que está trabajando en los alcornoques, y me dirijo hacia allí.
    
    Voy pensando en si comentarle algo a ...
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