Emilio
Fecha: 21/01/2020,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: dont343, Fuente: CuentoRelatos
La llegada de Emilio, pedaleando sobre su bici, a su casa, era observada por unos viejitos que estaban sentados en el escalón de entrada de una de las casas mas humildes del barrio.
Era inevitable mirarle...
—Me parece que llega de jugar al fútbol con los de San Nicasio, dijo Pedro…
—Que buen culo tiene el cabrón, dijo Sebas...
... ¿Sabes a que hora han quedado esta tarde?
—Creo que dijeron que fuéramos después de comer.
Era un bello ejemplar de macho, aunque no marcara musculitos, como los que visitan gimnasios; con un rostro agraciado y masculino y un pelo negro, que realzaba su mirada de pillín. Ya, a los catorce, poseía un hermoso cuerpo, que llamaba la atención en el barrio. Y ya, desde entonces, le había tomado gusto a disfrutar de su culito; seducido por algún depravado, que supo seducirle.
La mayor parte de las chicas de la zona estaban por sus huesos, pero él, prefería visitar a sus viejitos; que, poco a poco, iban en aumento.
Cuando se encontraba con ellos, les sonreía; y entonces ellos sabían que podían invitarle a su casa para gozar de él. Solo tenían que dejarle la puerta entornada… y al rato, entraría Emilín para jugar con ellos y dejarse hacer, a su antojo.
Nadie hubiera pensado que ese ejemplar de macho accediera a tales placeres.
Y, ahora, con 23 años recién cumplidos y sabiéndose un hombre deseado por otros, disfrutaba del placer que le producía saber que, en lugar de entregarse a hermosos hombres, prefería regalarse a sus ...
... viejitos (como él les llamaba).
Hoy tocaba en casa de Agustín.
Después de comer (a la hora de la siesta) y después de haberse duchado y preparado a fondo, se perfumó con su fragancia favorita y buscó sus calzoncillos preferidos; los blancos, que le había regalado Ricardo (el encargado Zara), que se lo cepillaba de vez en cuando. Se puso los pantalones cortos del equipo de fútbol, que ya estaban secos, y se calzó las chanclas de goma, con las que se sentía tan cómodo; después entró en el cuarto de estar, donde su madre veía la tele, y se acercó a una de las sillas que bordeaban la mesa grande para coger una camiseta, sin mangas, que había en ella…
—Pasaré la tarde en casa de Mauro, mamá. El viernes tenemos concentración y queremos hacer un poco de ejercicio, tenemos que estar preperados…
La madre siguió viendo la tele, como si Emilio no hubiera dicho nada; y él, salió del cuarto, como si eso fuera la cosa más normal del mundo.
Así, salió de su casa...
El sol pegaba a esas horas y fue buscando la poca sombra que había, hasta llegar a casa de Agustín. Empujó la puerta que daba al patio y, con sigilo, se coló dentro. Allí estaban esperándole: Ramiro, Pedro, Sebas y el anfitrión, sentados alrededor de un par de mesitas; charlando animadamente. La estancia estaba cubierta con un techo de cristal formidable, que permitía ver el cielo, a la par que disfrutar del aire acondicionado; lo que la hacía ser el sitio de reunión idóneo en esta época del año.
Fue Agustín quién ...