El juego de Julen
Fecha: 23/01/2020,
Categorías:
Erotismo y Amor
Autor: Safo_Nita, Fuente: CuentoRelatos
... peldaños. Lo extraje con cuidado y con alguna dificultad. Pesaba bastante y eso excitó aún más mi curiosidad. Nada más abrirlo, me quedé perpleja y confundida. Era un álbum, pero no de fotos, sino de pelos; y sólo había dos o tres en cada rectángulo, bajo el plástico. A su lado, en una tarjeta diminuta había escrito a mano un nombre, una fecha, y unos adjetivos. ¿Qué significaría?
―¿Qué haces, cariño? ―me preguntó mi tío desde abajo. No lo había oído llegar. Su voz me asustó tanto que estuve a punto de perder el equilibrio. Por suerte una de sus manos se apoyó en mi rodilla y me devolvió la estabilidad.
―Nada. Buscaba algo con lo que pasar el rato ―dije evitando mirarlo a los ojos. Entonces me di cuenta que con el vestido tan corto que llevaba, le mostraba mi prenda interior. Una ola de calor recorrió mi rostro. Enrojecí como una colegiala.
―Pues no has escogido un buen libro ―dijo con sarcasmo y una risa burlona.
―¿Qué es? ―pregunté confiando en desviar su atención. La braguita rosa, de rejilla, era tan fina y ligera que casi no la notaba; tenía la sensación de no llevar nada. ¡Qué vergüenza!
―Es evidente, ¿no? Un álbum. Son un recuerdo de las mujeres que pasaron por mi vida.
Mi tío Julen me ayudó a descender. Me sentí más tranquila y más segura al poder ocultar mi intimidad. Fuimos hasta la mesa donde deposité el libro; lo dejé abierto por la mitad.
―¿Y te acostaste con todas éstas? ¡Deben ser más de un millar! ―fui pasando las páginas con creciente ...
... asombro, sin detenerme en los nombres. No había duda que esos pelos cortos, arrugados o rizados, pertenecían a cierta parte del cuerpo.
―Oh, no. Con todas no. Algunas me los regalaron. A otras se los hurté.
―¿Y cómo se los quitaste sin que lo notaran?
―Muy fácil ―dijo conteniendo la risa―: hurgando en la ropa sucia, por ejemplo.
No sabía si lo decía en serio o si se burlaba de mí. Pero la escena que imaginé me resultó del todo divertida. Teniendo en cuenta lo que sabía de él, de sus aventuras, lo creía posible. Me incliné sobre el libro y comencé a pasar las páginas despacio. Mi tío posó una mano en mi cintura, como hacía a menudo. Pero me pareció que estaba un poco más baja de lo habitual.
―Están anotadas por orden cronológico ―puntualizó Julen con seriedad―. Las primeras son de cuando estudiaba en el instituto. Todo comenzó como un juego. Cuando planteé el reto, algunas amigas no dudaron en entregarme un puñado de sus pelos; otras se acobardaron.
Lo miré con incredulidad y suspicacia. Una parte de mí estaba en alerta y quería retirarse prudentemente, pero la otra me aguijoneaba para que mostrase más osada. Mi nerviosismo era evidente y cuanto más intentaba disimularlo más ridícula me sentía. Tenía tanto miedo a lo que pudiera decirme que ya no era capaz de sentir vergüenza.
―¿Te gustaría formar parte de mi colección? ―me preguntó de repente―. Sólo a las más queridas, o a las más deseadas, he concedido ese privilegio.
―¡Vale! ―respondí sin pensar. Fue ...