1. El juego de Julen


    Fecha: 23/01/2020, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Safo_Nita, Fuente: CuentoRelatos

    ... algo impulsivo, que brotó de mi interior. En realidad estaba un poco excitada; tenía el pulso descontrolado.
    
    ―Bien ―dijo hablando despacio―. Pues adelante.
    
    ―¿Cómo? ¿Tiene que ser aquí, ahora?
    
    ―Es el mejor momento y el mejor lugar. El miedo y la tensión mitigan el dolor. Con la ansiedad y la precipitación se escogen los mejores. Pero si te resulta violento lo dejamos. No todas tienen el valor para hacerlo.
    
    Sonreí con desdén y le dije que sí lo haría. Deslicé la mano bajo la falda del vestido. Mi tío Julen estaba enfrente, a unos dos metros. No se perdía detalle de lo que hacía. Conseguí bajar un poco la braguita, sin que asomase. Busqué a tientas algún pelo largo, pero sólo encontré matas enredadas. No había pensado que fuera tan difícil aislar uno. Necesitaba mirar, pero para hacerlo tenía que enseñar mi dorado pubis. Y mi tío no parecía dispuesto a disimular desviando la vista. Dejé escapar un suspiro de indignación y de rabia.
    
    ―Cariño, no te preocupes por lo que pueda ver ―me dijo acariciándose el mentón―. No hay nada ahí abajo que me pueda sorprender. ¡He visto ya tantas mujeres desnudas!
    
    La furia, y no tanto la vergüenza, inflamaron mis mejillas. Me encorvé un poco y levanté el borde del vestido. El triángulo rosa y arrugado de mi braguita quedó a la vista. Tiré de ella con sumo cuidado; no quería que se saliese del todo. Descubrí el triángulo dorado de mi pubis: un manto, no muy denso, de finos cabellos ensortijados y entrelazados. Fui arrancando, con ...
    ... dedos temblorosos, los tres pelos que necesitaba.
    
    Al terminar me enderecé y me apresuré a cubrirme. Estaba descompuesta, pálida, como aturdida. Tenía la frente húmeda y las axilas empapadas por el sudor. Un hormigueo helado recorría mi espalda. Y sin embargo, a pesar del bochorno y la humillación, me sentía orgullosa por el arrojo y la voluntad que había demostrado. Me creía vencedora.
    
    ―Ahí tienes mis tres pelos ―dije acercándome a él. Al caminar noté que me temblaban las piernas. También me di cuenta de que mis pechos se habían endurecido, y los pezones rasgaban la tela del vestido (pues no llevaba sostén) como dos punzones.
    
    ―Gracias ―los cogió con delicadeza y se los llevó cerca de la nariz para mirarlos de cerca, aunque sospecho que pretendía olerlos―. Son excelentes. Ahora mismo los guardo.
    
    Me di la vuelta y me marché sin despedirme. Mi enfado no le pasó desapercibido, pero no pareció darle la menor importancia. Su seguridad me irritaba. Subí a la segunda planta y me metí en el baño. Necesitaba sentarme y expulsar toda la orina que se acumulaba en mi vejiga. Siempre que me ponía muy nerviosa me pasaba lo mismo.
    
    Estaba realmente confusa y asustada. Sabía que lo que había hecho estaba mal, que era, cuando menos, indecoroso. Y sin embargo, no sentía el angustioso peso de la culpa; no tenía remordimientos. Al contrario, me dominaba la ira, la excitación, y una irrefrenable curiosidad por descubrir más secretos inconfesables. Deseaba participar en esos juegos ...
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