Alicia y sus cuñados 1
Fecha: 24/01/2020,
Categorías:
Infidelidad
Autor: ViejoPervertido69, Fuente: SexoSinTabues
... último, un servidor; soy bajito, muy delgado, lentes de aumento, débil y sumiso. Como decía, teníamos varios meses conviviendo con ellos, en ese lapso, nos respetaron y hasta fraternizábamos como una familia normal. Alicia se sentía con la confianza de estar en casa de su madre, y sin importarle la presencia de sus hermanas, ni de sus cuñados; se paseaba por la casa en pantaloncitos tan diminutos que casi se le salían sus redondas nalgas, o con faldas o vestido tan cortos, que se contemplaban sus largas y torneadas piernas hasta el nacimiento de sus posaderas, y con camisetas o blusas tan escotadas que mostraba sin vergüenza la totalidad de sus redondas y duras tetas; la tela, solo alcanzaba para taparle los rugosos pezones y parte de las morenas aureolas. Al principio, mis concuños, se limitaban a admirar la belleza de mi mujer discretamente, asegurándose de no ser vistos por nadie, ni por Alicia, ni por mí, y mucho menos por sus mujeres. Se intercambiaban miradas discretas, cuando por casualidad, miraban a mi mujer en posiciones no tan decorosas, cuando por ejemplo, una vez que estaba agachada, mostraba, la totalidad de sus hermosos melones de carne, hasta parte de sus oscuros pezones; o cuando estaba sentada, distraída, con sus esculturales muslos, abiertos de más; mis concuños vislumbraban alguna parte intima de su escultural figura, sin realizar ningún tipo de comentario. Pero con el tiempo, empezaron a notar lo débil de nuestro carácter y la facilidad con que ...
... abusaban de nosotros, las demás personas. Rogelio, comenzó diciéndole a mi mujer, lo hermosa y buena que estaba, por cualquier motivo, adulaba su figura. Roberto, buscaba cualquier ocasión, para estar a solas con mi esposa, platicar con ella, sin apartar su vista de la redondez de sus enormes pechos, tratando de vislumbrar, la parte oculta de su piel a través de la canal que separa los dos cantaros de carne, o tratando se ver los calzones de mi mujer, a través de la separación de sus torneadas piernas. Ambos, en cualquier oportunidad, la abrazaban, restregando en sus pechos, las voluminosas y duras tetas de mi señora, y bajando peligrosamente sus manos, hasta el inicio de la redondez de sus montañas de carne que forman su trasero. Mientras Alicia, reía contenta por el afecto que de pronto le prodigaban sus queridos cuñados. Con el tiempo, mis concuños, solo se cuidaban de que sus mujeres, no los descubrieran, manoseando a mi esposa, o atisbando descaradamente los atributos que mi despistada señora mostraba sin darse cuenta. Ya no les importaba, si Alicia se daba cuenta, porque sabían de antemano, que no les iba a recriminar nada, ni siquiera intentaba ocultar sus intimidades. Tampoco se cuidaban de mí; tal vez pensaban, acertadamente, que me gustaba, el que, fisgonearan y magrearan a mi esposa, o que realmente era muy tonto, tan distraído para no darme cuenta; sencillamente les valía gorro si me daba cuenta, sabían que no sería capaz de reclamarles nada. El único que guardaba las ...