1. Viajando en el tiempo (7)


    Fecha: 03/02/2020, Categorías: Incesto Autor: AMorboso, Fuente: CuentoRelatos

    ... conocer cómo disciplino yo a mis esclavas y las espabilo para que sepan lo que deseo, incluso antes de pedirlo. Te pongo esta bola porque no quiero oír tus gritos. Porque gritarás, te aseguro que gritarás.
    
    Sin más preámbulos, se colocó a cierta distancia de su costado, desenrolló el látigo y le dio el primer latigazo. Cruzó su vientre hasta el otro costado, y cuando lo retiró, dejó una fina marca rosada, que poco a poco fue cambiado a roja.
    
    -MMMMMM –Fue lo único que pudo decir ella.
    
    Un nuevo golpe dio sobre sus tetas, rozando sus pezones, y haciéndola lanzar un nuevo grito apagado.
    
    Siguió lanzando azotes al tiempo que giraba alrededor de su cuerpo. Su pecho y vientre fue marcado por múltiples líneas rojas.
    
    Igual sus muslos y piernas, tanto por dentro como por fuera, pero lo que más sintió fue cuando estaba ubicado junto a su cabeza y los latigazos alcanzaban su coño, su clítoris o las ingles.
    
    A la tercera vuelta, se encontraba cansado, pero con una tremenda erección. Tiró el látigo sobre su cuerpo y fue hasta su cabeza para meterle la polla en la boca, tras soltar sus pantalones.
    
    Durante un par de minutos, se la estuvo follando, clavándola hasta lo más profundo, aprovechando la inclinación de la cabeza. Sujeta a la mesa, no podía evitar que la polla llegase a su garganta y solamente la preparación que tenía, le permitió tragarla entera sin que le dieran arcadas.
    
    La gran excitación que tenía, no le dejó aguantar mucho, por lo que varios minutos ...
    ... después la clavaba completamente y descargaba en su garganta una abundante corrida.
    
    Tras obligarla a chupar un poco más y considerarla limpia, se marchó dejándola atada y dolorida. Las tetas, cruzadas de rayas rojas y con alguna gotita de sangre le dolían y escocían, pero eso no era nada como el dolor del interior de sus muslos y el coño.
    
    Intentaba moverse, buscando una posición en la que no sufriese tanto pero estaba muy sujeta y escasamente podía realizar ligerísimos movimientos.
    
    No supo cuantos minutos u horas estuvo así. Poco a poco se fue sumiendo en un estado de semiinconsciencia, aunque no llegó a perderla totalmente.
    
    La mujer que le había acompañado a la habitación, entró con una palangana, esponja y paños y se puso a limpiar las heridas haciéndole más daño todavía, mientras murmuraba palabras que Eva no entendía.
    
    Cuando terminó de limpiarla, extendió y repasó con profusión una crema cicatrizante por toda la zona castigada. Luego, recogió todo y se marchó.
    
    Bastante tiempo después y muy aliviada de sus dolores, volvió a entrar su castigador totalmente desnudo, la soltó de los enganches y la hizo bajar de la mesa. Nuevos dolores sacudieron su cuerpo al intentar moverse después de tanto tiempo inactiva.
    
    El amo la arrastró del pelo hasta una jaula alargada, de barrotes cruzados formando cuadrados y abierta por los extremos, en la que la obligó a entrar a gatas y agachándose más, casi arrastras, dada su poca altura.
    
    Los laterales tampoco daban mucha ...
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