1. El reencuentro - 2ª parte


    Fecha: 11/02/2020, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... frialdad… Como si todo aquello no fuera para nada con él
    
    El piso es pequeño, dos dormitorios nada más, pero suficientes para Sandra y yo; una habitación, para nosotros dos, en tanto la otra para los niños; al menos mientras todavía sean pequeños.
    
    ¡Dios y la que se lio al momento! Mientras Sandra levantaba la cabeza para mirar a Daniel con los ojos abiertos como platos, Mateo se levantó y, rojo de ira a la par que, un tantico por menos, de celos, empezó a vociferar
    
    ¡¡Largo de mi casa, desgraciado!!... ¡¡Largo, antes de que te eche a patadas!!
    
    Daniel también se levantó, aunque tratando de calmar a su cuñado
    
    Tranquilo, Mateo; tranquilo. Siéntate, por favor; esto no lo vamos a resolver nosotros, ni tú ni yo, sino Sandra decidiendo qué hace; qué desea hacer, si seguir contigo o venirse conmigo…
    
    ¡¡¡HE DICHO QUE TE MARCHES, MALNACIDO!!!
    
    La escena se desarrollaba ante los ojos de Sandra que, tan solo, podía hacer que taparse la cara con las manos, incapaz no ya de moverse, sino ni siquiera de hablar. Quería levantarse y correr a interponerse entre los dos hombres gritando “¡¡¡Sentaos los dos, malditos machos engallados!!! ¡¡¡Sentaos y recuperad un poco de cordura!!!”, pero no podía; era incapaz. Pensaba que faltaba poco para que llegaran a las manos; que debía impedirlo, pero se encontraba como si estuviera, más que maniatada, atada de pies y manos; sin poderse mover, sin poder hablar y, menos aún, gritar
    
    La imagen de aquellos dos hombres, entonces, más ...
    ... bien, cavernícolas machos ibéricos carpetovetónicos, enfrentados por la una hembra de su especie… Que resultaba ser ella misma… Y tal sensación la anonadaba…
    
    Mientras tanto, Mateo, cada vez más encrespado, avanzaba decidido hacia Daniel para, al llegar a su altura, lanzar el puño derecho directo hacia el rostro de su cuñado que, para su sorpresa, resultó ser bastante más rápido que él pues, raudo como un áspid lanzado al ataque, atrapó por la muñeca aquél brazo para al instante bajarlo hacia el suelo y empujarle violentamente hacia atrás, hasta que el hombre, el macho neandertaloide, aulló de dolor cuando sonó un chasquido que nada bueno auguraba, trastabillando, además, al instante, que su no besó el santo suelo fue porque Daniel, soltando el brazo de inmediato, le sostuvo con ambas manos para enseguida depositarlo en la silla que antes ocupara
    
    ¡Ves como eres un gilipollas Mateo! ¡Te dije que te sentaras y tranquilizaras, no lo hiciste y mira lo que has logrado!...
    
    Daniel empezó a mover, con sumo cuidado y precaución, el lesionado brazo de Mateo, intentando comprobar si había sufrido algún daño mínimamente grave, y la impresión fue que nada en verdad serio debía pasarle, pues el brazo parecía moverse con normalidad y, aunque Mateo se quejó algo, tampoco el dolor parecía ser tan agudo.
    
    Aquí parece no pasar nada grave, Mateo, pero el médico eres tú, luego dictamina…
    
    Mateo, por su cuenta, volvió a mover el brazo, arriba, abajo y a los lados, para por finales ...
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