1. Lo que escondía la gestoría (segunda parte)


    Fecha: 22/02/2020, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Armonic, Fuente: CuentoRelatos

    ... cuando le abrían el culo volvió a caer en el olvido.
    
    Aquello era un sinsentido, no paró de follarla hasta que su cuerpo indicó que había llegado al orgasmo. Fue ahí cuando me fijé en aquel hombre, me recorrió un sudor frío; tenía la misma complexión yo, casi idéntica, no era extraño que aquella muchacha me acusara en aquellas condiciones, ya también me habría confundido. Cuando se giró mis sospechas se hicieron realidad, era el propio Sr Anro, solo él tenía aquel parecido tan exacto.
    
    De nuevo me hervía la sangre, quizás por eso me había contratado, mi parecido le daba la oportunidad de echarme las culpas en cualquier momento; Alisa confirmó que posiblemente al leer aquel correo, me convertí en un hombre peligroso que sabía demasiado y esta era la oportunidad perfecta para deshacerse de mí. En cuanto a la pobre chica, era lesbiana y tenía casi fobia a un falo masculino, de ahí sus gritos. Deseaba con todas mis fuerzas hacerle pagar todo aquello, ojalá pudiera pagarle con la misma moneda al cabrón ese.
    
    -Puedes hacerlo.- Dijo Alisa con cara seria.
    
    -¡Estás loca, es imposible!.- Dije incrédulo.
    
    -Si te atreves puedes, confía en mí, pero debes estar seguro de lo que vas a hacer.- Respondió sabiendo lo que decía.
    
    Ahora estaba conduciendo el mini camino de la casa del Sr. Anro, llevaba en los bolsillos un móvil, las llaves, unos CDs y una pistola. Solo tenía que seguir el plan marcado por Alisa, en otras circunstancias no me hubiese atrevido, pero el odio me llevaba ...
    ... de nuevo a cometer lo que seguramente era otra locura, todo por hacerle el mayor daño posible a ese malnacido.
    
    Entré por la puerta de los criados, coincidía que esa noche libraban todos y llegué al salón sin problemas. Era una sala amplia, en un lateral tenía una chimenea con dos sillones de época victoriana; completaba una enorme estantería llena de libros, en el otro lado, una larga mesa con sillas a juego, solamente como adorno. Justo a la hora indicada entró por la puerta, solía leer de noche en aquel lugar; al encender la luz se dirigió a la estantería y al girar me vio apuntándole con el arma. No se inmutó, era un hombre frío.
    
    -Buenas noches. Espero que tengas una buena razón para estar aquí.- dijo tranquilamente.
    
    No quise entrar en la conversación, podía contarle más de lo que debiera saber. Saqué las esposas y lo inmovilicé en uno de los sofás, lo suficiente para que no pudiera moverse y le tapé la boca con un pañuelo, lo último que quería era oír sus amenazas. No dejó de mirarme con sus ojos enfurecidos, seguramente una sentencia de muerte, pero no tenía intención de echarme atrás y esperé detrás de la puerta. Al poco apareció su mujer en camisón, de unos cincuenta años, muy atractiva pese al paso Pe los años, de cuerpo esbelto y pechos prominentes. Por lo que me contó Alisa, era una ferviente religiosa y el Sr. Anro la tenía como su mayor tesoro, presumía de ser el único hombre con el que se había acostado, rechazando cantidades astronómicas de sus clientes ...
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