1. Me gusta follarme mujeres feas


    Fecha: 14/03/2020, Categorías: Anal Autor: Aldebaran, Fuente: CuentoRelatos

    Desde que empecé a follar, siempre me he acostado con mujeres hermosas. Jóvenes y guapas, de entre 25-35 años, diréis que soy un estúpido y engreído por no saber apreciar a la mujer madura, pero es que en mis gustos no entraban mujeres así. Ahora que he cumplido los 30 me he dado cuenta de algo en lo que no había reparado hasta entonces. Me estoy fijando en mujeres de unos 50 y tantos, y diréis ¿y eso qué tiene de malo? Pues nada, lo que pasa es que me estoy fijando en mujeres feas, pero con un buen cuerpo.
    
    El otro día precisamente voy a coger el autobús. Mujer de unos 52 años más o menos, fea con ganas, de la que no te follarías ni harto de vino, pero me fijo en que tiene unos muslos y un culo que ya quisieran muchas.
    
    Se sienta a mi lado y roza, claro, su muslo izquierdo con el mío (lleva mallas que se le marcan bien). Intento disimular bajando la vista hacia su pierna, está bastante bien como dije, vaya par de piernas.
    
    No puedo evitar ponerme cachondo con el roce. Con los traqueteos del bus y su muslo izquierdo me estoy empalmando.
    
    Llegamos al final del recorrido del bus y ella se baja también conmigo y el resto de pasajeros. Cuando veo cómo se mueve su culo al andar, me pongo a cien, había perdido parte de la erección, pero pienso que no puedo dejarla escapar.
    
    Se me ocurre algo de repente.
    
    —¡Señora! ¡Se le ha caído algo!
    
    Se gira y veo lo fea que es, pero tan apetecible de cintura para abajo...
    
    Le muestro un peine que estaba en el ...
    ... suelo.
    
    —Gracias, pero creo que no es mío. Abre su bolso y me enseña su peine.
    
    —Ah, disculpe.
    
    —No se preocupe. Además creo que se me olvidó peinarme hoy.
    
    No lo dude señora, pensé para mí. Pero lo que me interesa es su cuerpo.
    
    —Está muy guapa, le dije mintiendo como un bellaco.
    
    —Gracias de nuevo, se acercó a darme la mano. Me llamo Virginia.
    
    —Yo Juan Carlos. ¿Tiene prisa?
    
    —Pues he quedado para una entrevista de trabajo. A las 12:00. Creo que en una hora podría estar fuera. Si quiere, podemos quedar en la cafetería que hay aquí, justo al lado de la parada del autobús.
    
    —Por supuesto. Yo tengo que hacer unas cosas, pero me dará tiempo volver en una hora.
    
    La pobre debía de estar desesperada por follar y que un hombre como yo le diera conversación, seguro que era lo último que esperaba encontrar hoy.
    
    Nos despedimos y desaparecí calle abajo. En realidad no iba a ningún sitio. Solo a la caza de macizas para follar. Iba con mi bandolera, como si en realidad fuera a trabajar o a hacer cualquier cosa, pero solo llevaba una botella de agua y una caja de condones.
    
    Después de una hora sin hacer nada, llegué a la cafetería. Me senté y cuando el camarero me dijo si quería tomar algo le dije que estaba esperando a alguien. Pensé que tal vez no aparecería. Estaba claro que me había mentido. No iba a ir a una entrevista de trabajo con esas mallas. ¿O tal vez si?
    
    Era la una y cuarto según el reloj que había sobre la puerta de la cafetería, cuando veo que aparece.
    
    Llega ...
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