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Mi jefe, el pizzero
Fecha: 21/03/2020, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
Hola, buenas. Lo que voy a contarles sucedió realmente, hace un par de meses. Para respetar mi intimidad y la de los involucrados, no diré de dónde soy y cambiaré los nombres de los aludidos. Ante todo, me llamo Pedro y tengo 21 años. Soy de un pueblo no muy grande, en la costa, donde abundan los turistas. Como he terminado los estudios recientemente y me hace falta dinero, entré a trabajar como camarero en un restaurante italiano, muy modesto y acogedor. La comida era muy buena, había ido varias veces a cenar y me pareció una buena idea: así estaría trabajando en un lugar agradable y familiar, a pesar de no tener nada que ver con mi carrera. Así que me presenté allí, le entregué mi currículum al dueño y a los tres días estaba vestido con una camisa blanca en el restaurante para mis dos semanas de prueba. Desde el primer día Carlo fue muy amable conmigo. Él era el dueño del local, el encargado de hacer que el restaurante siguiera adelante y, además, hacía las pizzas. Era italiano, no sé cuántos años llevaría ya en España, pero lo cierto es que aún tenía un profundo acento del norte de Italia. Carlo era alto, mediría algo más del metro ochenta y pesaría unos noventa kilos. Se veía bastante bien a sus cincuenta años, a pesar de usar gafas sin montura y tener poco pelo. Sus ojos eran muy profundos, castaños, y su boca, enmarcada en una barba semi-canosa de varios días, era increíblemente sensual. He de reconocer que desde el principio cada vez que me hablaba me ponía nervioso, ...
... pues los acentos siempre me han dado mucho morbo. Para que podáis haceros una idea de cómo soy yo, os diré que soy algo más bajo que Carlo, no llegando al metro setenta y cinco, y estoy en bastante buena forma. Suelo ir al gimnasio y mantener la línea, así que sin ser ningún Adonis, tengo un buen cuerpo. Soy moreno y siempre llevo barba, bien recortada y cuidada. Desde un primer momento, cuando llegué al restaurante, supe que me iban a explotar. Iba a echar muchas horas mal pagadas y además trabajando más que el resto de los empleados… pero lo cierto es que no me importaba. Realmente necesitaba el dinero, así que me esforcé todo lo que pude las dos semanas de prueba y al final el puesto fue mío. Al principio Carlo no me llamó la atención más de lo que ya os he contado sobre su acento, pero poco a poco fue demostrando cierto interés en mí que no podía dejarme indiferente. Me hablaba más, y más cerca que al resto de los empleados, siempre preocupándose por cómo se había desarrollado la jornada o si estaba todo bien. Cada vez que lo hacía, ponía su mano en mi hombro o en mi pierna, mirándome fijamente y hablándome casi en susurros con ese acento que tan nervioso me ponía. Sin darle mucha importancia, los días se sucedieron sin mayores contratiempos, aunque sus acercamientos cada vez eran más obvios. Si ambos coincidíamos en la barra, en vez de esperar a que pasáramos de uno en uno, lo hacía a la vez que yo, rozando su cuerpo contra el mío. Si a lo mejor yo estaba limpiando la ...