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Mi jefe, el pizzero
Fecha: 21/03/2020, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
... Detenidamente, como nunca solía hacer. -Por supuesto –asentí, mientras veía cómo se iba acercando y ponía su mano en mi hombro. -Yo estoy muy contento con tu “tgabajo”. Cgeo que tienes muchas posibilidades, y he estado pensando en darte más “gesponsabilidades”… Lo cierto es que no estaba entendiendo por dónde iban los tiros. No sabía por qué me estaba diciendo aquello, sólo notaba que cada vez estaba más cerca y su tono era muy distinto al natural. Yo tenía la barra a mis espaldas, así que no podía retroceder: estaba prácticamente acorralado. No obstante, tampoco me interesaba alejarme, si os digo la verdad. Él seguía hablando, y yo asentía sin mucha convicción. Tenerlo a mi lado me estaba poniendo nervioso: sabiendo que estábamos solos… viéndolo tan cerca, prácticamente podía olerlo… Había pasado su brazo por mi hombro y casi me hablaba al oído. No pude aguantar más y se me fue la vista a su siempre marcado paquete. Cuál no fue mi sorpresa al ver que estaba empalmado. Llevaba unos pantalones chinos de color beige que estaban completamente abultados. Su polla se marcaba claramente detrás de la tela, empujando contra la cremallera desde el interior. En cuanto la vi solté un suspiro y él se dio cuenta. Era imposible que no lo hiciera cuando su cabeza estaba tan sólo a un palmo de la mía: sabía perfectamente hacia dónde estaba mirando; y yo no podía apartar la vista… Me había quedado petrificado. Fue entonces cuando, mientras seguía con su brazo izquierdo en mi hombro, su mano ...
... derecha bajó lentamente hasta el bulto que era su polla y comenzó a sobarlo. Yo empecé a respirar con dificultad, pesadamente, mientras notaba cómo mi polla crecía salvajemente en mis pantalones. Él ya no hablaba, respiraba muy cerca de mi oído mientras se manoseaba el paquete ante mis ojos. -¿Te gusta? –me susurró-. ¿Te gusta lo que ves, “Pedgo”? En ese momento mi lívido se desató y juraría que me convertí en otra persona. Lo miré directamente a la cara al intentar decirle que sí, pero me fue imposible porque ya tenía su lengua dentro mi boca. Me besó apasionadamente, agarrando mi cara con ambas manos mientras me empotraba contra la barra y sentía todo su cuerpo contra el mío. Su polla, dura, quedaba contra mi ombligo, y Carlo la movía despacio, como embistiéndome, volviéndome completamente loco. Su lengua se movía ávidamente en mi boca, lamiéndome, penetrándome lo más hondo que podía; mordiéndome los labios, besándome las mejillas y más tarde el cuello y las orejas. Para entonces yo ya no podía más, estaba a mil y se lo dije. Él me respondió con un beso profundo en los labios y, agarrándome del culo, me aupó sobre la encimera. -Me encantas, “Pedgo”, me pones a mil –me decía, mientras me abría la camisa y desabotonaba mis pantalones-. “Quiego” comértelo todo… estás buenísimo, cazzo. Con la camisa desabotonada se puso a besarme el cuello, luego el pecho, para después ir bajando hacia los pezones. Se entretuvo un rato allí, lamiéndolos y mordisqueándolos mientras con sus manos ...