1. UNA LINDA HISTORIA 3


    Fecha: 06/04/2020, Categorías: Incesto Autor: memito, Fuente: SexoSinTabues

    ... pacífico, Maby. ― Así que no estás seguro de cómo podrías reaccionar frente a una amenaza real, ¿no es eso? Asiento. No sé donde quiere llegar a parar. ― He conocido a gente peligrosa, incluso a asesinos – musita. ― ¿Tú? – me hago el asombrado. Reclina la cabeza contra el asiento, el cuello girado hacia mí. La siento estudiándome. ― Me atrae la firmeza de su carácter, como saben soportar la presión de la vida. La mayoría están colgados, sea por las drogas o por problemas emocionales, pero hay una minoría que saben mantener a raya las pasiones, afilando su instinto. ― Supongo que esos son los verdaderamente peligrosos, ¿no? ― Si. Tienen la misma mirada que tú… Me deja sorprendido. No sé qué responder. No me esperaba esa respuesta. Nos ha calado, la niña. Detengo el coche junto a un picudo risco. Estamos en la parte más agreste de la finca. Un par de montes de matorrales se unen para formar una cañada donde aflora la roca caliza. La alambrada está destrozada. Un ternero de varias decenas de kilos ha quedado atrapado y ha muerto tironeando para escapar. Nos bajamos de la camioneta. ― ¡Está vivo! – exclama Maby cuando el animal levanta la cabeza, al escucharnos. Me acerco, estudiando el embrollo del alambre. Maby me sigue de cerca. Chisto varias veces para tranquilizar el animal y le coloco la mano en el hocico. Tiene sangre en la boca y un ojo vaciado. El alambre rodea su cuello por varios sitios, se ha desgarrado mucho con los tirones. Una de las patas traseras está mordida, ...
    ... quizás por algún zorro o perros. ― Mal asunto – digo. ― ¿Qué? ― No va a sobrevivir, aunque lo saque de esta trampa. Ha perdido mucha sangre. Tiene coágulos en la saliva. Mala seña. ― ¿Entonces? Me dirijo a la camioneta y saco el machete de montería que llevo bajo el asiento. Sin decir una palabra, corto la yugular del ternero, que se desangra en segundos. Ya está muy débil. ― Se acabo sufrir, pequeño – digo, mientras limpio la sangre del machete contra uno de sus flancos. Levanto la cabeza y Maby me está mirando, con las manos sobre su boca, los ojos muy abiertos. ― Le has… le has matado… -- balbucea. ― Le he ahorrado sufrimientos. Ya estaba muerto. Guardo el machete en su sitio. Abro la caja de herramientas y tomó unos grandes alicates y unos recios guantes. Tengo que liberar el cuerpo para llevarlo al veterinario. Hay que dar parte. Con rapidez, corto el alambre y paso una de las cadenas que llevo en la camioneta, por debajo del vientre del animal. La aseguro con un gancho. Clavando bien los pies en el suelo, arrastro el ternero hasta la camioneta. Debe de pesar unos ciento cincuenta kilos, más o menos. ― Maby, ayúdame – la llamo. ― ¿Ayudarte? ¿A qué? ― Voy a subir el ternero al cajón de la camioneta. Voy a tirar de la cadena para izarle. Necesito que estés atenta a que no se enganche un cuerno en los bajos del coche. Eso es todo – le digo, subiéndome de un salto. ― ¿Lo vas a levantar tú solo? ― Con la cadena. ― ¡Estas loco! Ese bicho pesa al menos 200 Kg. ― No tanto. Es ...