Juerga en el bar
Fecha: 06/04/2020,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... ¿cuánto lleváis ya? ¡Vaya tela, cómo bebéis!
Nosotros, medio borrachos y tal, pues no supimos qué responder, salvo bravuconadas.
—¡Y las que quedan, guapa! Jajaja —algo así le dijimos.
El marido, a todo esto, calladito y con una sonrisa que era mitad de diversión, mitad de pura vergüenza.
—¿Más vais a beber? Jolín chicos, menudos sois… —lo decía como asombrada, ya digo. Y entre vosotros y yo, lo decía como si le pusiera un poco cachonda. Pero eso ya es percepción mía, que estaba medio borracho ya. Tampoco me hagáis mucho caso.
—Claro guapa —le dije yo —. ¡La siguiente te la vamos a dedicar a ti!
Lo decía por ser simpático, la verdad es que no estaba haciéndole mucho caso a la mujer. Pero aquí es cuando la cosa se puso interesante. La tía se levantó y se sentó con nosotros, ignorando al marido. No eran sillas, eran bancos de madera, y se sentó justo entre un amigo mío y yo. Pero así, tal cual.
—Madre mía. ¿Y todo esto bebéis cada vez que salís?
Nosotros nos quedamos un poco cortados el primer instante. Pero claro, solo el primer instante. En seguida seguimos con las tonterías de borrachuzos.
—¡Claro, cariño! ¡Aquí bebemos como cosacos!
El marido, para no quedarse humillado y solo, cogió su copita y se sentó con nosotros en una esquina de la mesa. Ni lo miramos. Y mientras, su mujer seguía como flipando.
—Qué bien, qué bien. Quién fuera joven otra vez...
—¡Pero si tú estás muy joven, mujer! —dije— ¡Yo me creí al principio que ibas a mi clase ...
... y todo!
—Jajaja, ¡no no, qué va! Ojalá volver a la universidad, la verdad. Son los mejores años de la vida, una fiesta constante… —esto lo dijo tocándome la pierna por debajo de la mesa, disimuladamente. El marido no se estaba enterando ni de media. Y yo, sinceramente, no me esperaba ese avance tan repentino, así que me quedé un poco pillado.
—Oye cariño —dijo ella, dirigiéndose al marido— ¿me vas a por otra copa, porfi?
El marido no dijo nada y se levantó, dócil. En cuanto se fue, su mujer dijo:
—Yo era la más fiestera de joven, ¿sabes? Hice una cantidad de locuras…
Eso lo dijo, atentos, mientras me agarraba el paquete por debajo de la mesa. Ya me imagino yo qué tipo de locuras.
—Voy al baño, guapo, ¿te vienes? —de nuevo, totalmente por la cara y de pronto.
—Pues por qué no —dije, un poco atónito. Pero si una dama quiere que la acompañe al lavabo, pues yo la acompaño. Soy un caballero, aunque no os lo creáis, y nunca se sabe qué clase de desaprensivo puede intentar abusar de una mujer. Los hombres estamos para proteger.
—Decidle a mi marido que he salido a tomar el aire y que ahora vuelvo, ¿vale chicos?
Mis colegas se rieron y dijeron que sí. Nosotros dos nos encaminamos al lavabo de las tías.
Una vez dentro, la mujer me metió mano por dentro de los pantalones, sin perder un segundo. Mira que normalmente soy yo el que lleva la iniciativa, pero en aquella ocasión me sentía como un auténtico novato.
—¿A ver qué tenemos por aquí? Que he notado ...