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Mosquita muerta
Fecha: 07/04/2020, Categorías: Gays Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos
... despertador a las 7.30. Alargué la mano para tomar el despertador digital y ver la hora. 7.31. La cabeza de María se movía rítmicamente sobre mi miembro, hinchado por su labor pero también por las imperiosas ganas de mear matinales. Por un momento se me ocurrió hacerlo en su boca, pero me contuve. La llevé al baño donde la tomó para apuntar en el inodoro, pero cambié de opinión, así que detuve el chorro y le ordené. Quiero acabar en tu boca. Acercó la cara a escasos centímetros de mi glande, abrió la cavidad y esperó. Nunca se me había ocurrido que alguien pudiera mearse sobre otra persona, menos que ésta estuviera dispuesta a beberse sus orines. Ya no me quedaba mucho líquido, pero acogió y tragó dócilmente. Cuando la fuente se agotó, reanudó la mamada con apetito renovado. Ahora fue mi semen el que la atravesó. -Prepárame el café mientras me ducho. Cuando acabes ven para frotarme la espalda y secarme. Antes de abandonar el piso palpé su sexo para confirmar que seguía licuado. Hoy tendrás tu premio, le anuncié. *** Llevábamos más de un mes juntos, viéndonos tres o cuatro días por semana, en fin de semana no, cuando decidí cambiar un aspecto que cada vez me disgustaba más. Así, la tarea que le encomendé fue tener su piso vacío aquel miércoles por la tarde, echar a su madre vamos, pues quería ver su vestuario. Me mostró un apartamento grande de cuatro habitaciones, dos baños, amplia terraza y una cocina casi tan grande como el comedor presidida por una ...
... mesa central. Me explicó que su padre había sido constructor, el bloque en que nos encontrábamos lo había edificado su empresa, por lo que se quedó el ático. Cuando murió, un seguro de vida cuantioso permitió a la viuda mantener el nivel económico. María se iba soltando cada vez más conmigo, aunque cualquier explicación que me daba debía ser arrancada con pinzas. Pero entre mis preguntas y su mayor confianza, pude conocer la historia mientras me mostraba donde vivía. Pero no era eso lo que yo buscaba, así que le pedí que me llevara a su habitación. Sus ojos se iluminaron, estoy convencido que su sexo se humedeció, previendo nuevos juegos, pero no sería tan fácil. -Abre los armarios y muéstrame tu ropa. Me miró sorprendida pero obedeció. Un armario empotrado de cinco puertas almacenaba todo su vestuario. La primera puerta, la izquierda, contenía ropa de invierno en cuatro estantes, con zapateros en la zona baja. La segunda, chaquetas, abrigos y algunas americanas. La tercera era la más amplia pues eran dos puertas, donde estaban dispuestas las faldas y blusas que solía vestir en el trabajo. Al menos había quince de cada, en tonos claros, oscuros, lisos, estampados. La quinta puerta, era un cajonero donde estaba toda la ropa interior, joyeros, maquillajes y porquería variada. -Muéstrame la falda más corta que tengas. Me miró sorprendida, pero reaccionó al instante. No encontró ninguna, pues todas le llegaban por encima de la rodilla, hasta que del primer armario ...