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Mosquita muerta
Fecha: 07/04/2020, Categorías: Gays Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos
... Esta la desmagnetizó y la embolsó. Iba a decirnos cuánto costaba la compra, cuando María intervino con serias dificultades para vocalizar. ¿Perdón? Inquirió la desconocida, así que mi chica repitió la pregunta, ahora vocalizando más abiertamente, por lo que la vendedora pudo ver claramente que las dificultades para hablar se debían a algo espeso alojado en su boca. María pagó, ruborizada, mientras la chica la miraba sorprendida, negando tener prendas con inscripciones obscenas. Abrí la puerta del coche al llegar al parking, ordenándole arrodillarse detrás de ella para quedar protegida de miradas extrañas. Al fin y al cabo, estábamos en su barrio. -Lo has hecho muy bien. Ahora quiero que vuelvas a chupármela, pero no te tragues el semen aún. Tardé más de veinte minutos en correrme de nuevo. Me excitaba que me hubiera rebozado la polla con mi propio semen, pero necesité llevarla al límite de nuevo, quítate las bragas y mastúrbate mientras chupas, para que su ansia musicada con constantes gemidos me llevaran a puerto. Paré ante su portal pero aún no la dejé bajar. La había estado acariciando todo el camino pero seguí sin permitirle correrse. Le acomodé la falda para que le cubriera los muslos de nuevo y le ordené escupir las dos lechadas sobre ésta. Obedeció, dejando la prenda verde decorada con una mancha blancuzca aproximadamente en mitad de la tela. -Cumple mañana con tus obligaciones y tendrás tu recompensa –me despedí echándola del ...
... coche. *** Aquel jueves de primeros de abril, María fue la comidilla de la empresa. La modosita administrativa de contabilidad había aparecido ataviada con una blusa ceñida que le marcaba un buen par de tetas y una falda estampada que mostraba más de la mitad de sus muslos. No era un vestuario extraño en la mayoría de mujeres de la oficina, pero sí era novedoso en ella, por lo que los compañeros masculinos le dedicaron miradas obscenas mientras las compañeras cuchicheaban sorprendidas. Incluso Marcos posó sus ojos sobre ella, confiándome que sería su próxima presa. Lo animé a ello, como había hecho otras veces cuando me avisaba que se iba a pasar por la piedra a alguna compañera, pero no solté prenda del juego que me traía entre manos. Aquella noche la invité a cenar en un restaurante que me habían recomendado. La recogí delante de su casa, alabándola por lo guapa y excitante que estaba, y solamente le ordené quitarse la ropa interior. Sus senos se dibujaban perfectamente a través de la ceñida tela, perforada por pezones permanentemente erguidos. No pasaron desapercibidos por los camareros del local ni por otros clientes. Incluso leí claramente en los labios de una mujer como la calificaba de zorra, ante la insistente mirada de su pareja. -La mujer de la mesa de la derecha, la del vestido azul, le acaba de decir a su marido que pareces una zorra. –Se ruborizó pero no dijo nada. -¿Qué te parece? ¿Eres una zorra? -Soy lo que tú quieras. La miré directamente a las tetas y ...