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Mosquita muerta
Fecha: 07/04/2020, Categorías: Gays Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos
... automáticamente, soltando ella el acostumbrado lamento, gemido entre dientes. -Las putas no se corren. Menos delante de sus futuros clientes. -Llevé los pringados dedos a su boca para que me limpiara y arranqué. Estábamos muy lejos de nuestros barrios respectivos. Si había salido puntual de la oficina, tenía más de media hora de trayecto en metro, supuse que había estado expuesta cerca de una hora. Ahora teníamos otro cuarto de hora hasta la próxima estación del viaje, así que la invité a ensalivarme el miembro, orden que obedeció rauda. Aparqué con más facilidad de la prevista en una calle transversal, mientras la invitaba a bajar del coche abrochándose uno de los botones, justo para que sus tetas no asomaran completas. Al girar la esquina, entramos en un sex-shop de cartel verde. El local era tópico, además de decrépito. Anticuado en cuanto a decoración, tenue en el pasillo de acceso y en el del fondo que daba acceso a las cabinas. La sala central estaba presidida por vitrinas laterales llenas de películas, juguetes y disfraces, con una góndola acristalada en el centro de la sala exhibiendo consoladores de variados colores y formas, la mayoría de tallas desorbitadas. Pero lo realmente decrépito eran los clientes de la tienda. Una docena de hombres de edades comprendidas entre los cuarenta y los sesenta, que miraron a mi compañera como si de un trozo de carne se tratara, hambrientos pues no parecían haber probado bocado en años. Un par se acercaron a ella ...
... más de la cuenta pero ninguno se atrevió a tocarla, sin duda por mi presencia. Comenté con María varios juguetes que podríamos utilizar, aunque yo tenía claro cuál había ido a buscar. No me pareció que la excitaran especialmente los vibradores o consoladores, sí en cambio los disfraces pero a mí no, por lo que los descarté, así que pedí al dependiente directamente lo que tenía en mente. En cuanto me lo mostró, expuesto en la vitrina posterior al mostrador, María me agarró la mano complacida. Pero si lagag ball le gustaba, cuando el chico me tendió la fusta negra, noté claramente el escalofrío que recorrió el cuerpo de mi víctima. Salimos de la tienda ansiosos por estrenar las nuevas herramientas, sobre todo María, pero el destino me puso delante una maldad. Un hombre mayor, sucio y vestido con harapos, se nos acercó cuando estábamos llegando al coche pidiéndonos limosna. -No tengo suelto, -respondí –pero puedo ofrecerte algo mejor. Levanté la falda de mi chica para mostrarle las nalgas al desgraciado. ¿Quieres tocarlas? Asintió babeando, con los ojos abiertos como platos. Alargó la mano derecha, tapada con un cochambroso guante sin dedos, y apretó, mirándome incrédulo. Toca, toca, le animé, le gusta. El tío se envalentonó, agarrándola con ambas manos. No vi qué había hecho con la jarrita de plástico que nos había tendido hacía escasos segundos. María me miraba paralizada, excitada, así que opté por aumentar la apuesta. Le desabroché el botón que ella se había ...