1. De cómo me convirtieron en una putita (2)


    Fecha: 20/04/2020, Categorías: Incesto Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos

    ... éste.
    
    -Bien. Permítame que se lo envuelva.
    
    -No, déjelo así nomás. Lo va a llevar mi perro en la mano. Aunque en verdad me gustaría ponérselo ya, pero usted sabe cómo es la gente… -ironizó don Natalio y lanzó una carcajada que el vendedor acompañó con su risa. Después siguieron hablando sobre mí.
    
    -Me dijo que le encanta mi perro.
    
    -Claro que sí.
    
    -Soy un hombre generoso, amigo, así que cuando quiera se viene a casa, que está a dos cuadras de acá, y jugamos los dos con mi perro. ¡Le encanta jugar! ¿Cierto, perrito? –dijo y yo ya no daba más de la vergüenza mezclada con la excitación. Tenía que contestar e hice un esfuerzo, tragué saliva y por fin dije con un hilo de voz: -S… sí, don Natalio…
    
    -¿Sí qué, perrito?
    
    -Sí, que… que me encanta jugar, don Natalio… .completé temblando de pies a cabeza.
    
    El veterinario río y dijo: -¡Qué bien adiestrado lo tiene, señor!
    
    -Sí, es un perrito muy educado, dócil y juguetón, ¡una mascota perfecta!
    
    -Si me da su teléfono lo llamo mañana mismo, ¿le parece bien? –tanteó el veterinario y mi dueño –sí, porque a esa altura don Natalio ya era mi dueño y yo su perro, su mascota- le dio su número telefónico que el otro anotó.
    
    Mientras ...
    ... volvíamos a casa de don Natalio –yo llevando mi collar en la mano derecha- mi dueño me felicitó por mi comportamiento en la veterinaria y yo le agradecí lamentando no tener una cola para moverla como la mueven los perros.
    
    Ya en la casa me ordenó desnudarme y que me pusiera en cuatro patas. Yo temblaba de excitación cuando me colocó el collar y deseaba desesperadamente que me cogiera. El tomó el extremo de la cadena y me hizo pasear por el dormitorio desplazándome sobre manos y rodillas mientras emitía una risita que interpreté como de satisfacción.
    
    Después del paseo vino la frutilla de la torta. Me hizo trepar a la cama y que me quedara en cuatro patas, se quitó el pantalón, los zapatos y el calzoncillo y me ordenó abrir la boca. Me metió su pene erecto y se lo estuve chupando hasta que soltó varios chorros de semen que tragué ávidamente, hasta no dejar ni una gota. Qué delicia fue cuando ese néctar viscoso atravesaba mi garganta y me colmaba de una sensación indescriptible de tan hermosa.
    
    Y al día siguiente lo prometido: vino el veterinario y jugamos los tres. Pero además, trajo lo que para mí fue una muy agradable sorpresa que acentuaba mi condición de perro.
    
    (continuará) 
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