Leche caliente
Fecha: 23/04/2020,
Categorías:
Sexo en Grupo
Autor: Marcelita, Fuente: CuentoRelatos
Me llamo Marcela y tengo 19 años. Desde hace unos meses he conocido las sensaciones más maravillosas que jamás podré sentir. Creo que me he vuelto salvaje. ¡Una chica tan tranquilita e inocente!, según dice mi abuela.
Mis padres, Carlos y Martha, se llevan bien y jamás hubiera pensado que uno pudiera engañar a otro.
Un día, en septiembre del año pasado, mi mamá tuvo que salir de viaje. Normalmente, el que sale de viaje es mi papá por su trabajo. Pero esa vez le tocó a ella. Se fue por una semana y quedamos solos en la casa mi papá y yo. Mi padre tiene 43 años. Es algo calvo pero muy velludo y se mantiene bastante bien. No es fisicoculturista ni deportista profesional pero aún está firme y hace algo de ejercicio.
Durante nuestra primera noche solos, yo estaba preparando unos sándwiches para cenar mientras veíamos una película en la tele, ambos en bata. Yo me senté al lado de mi papi mientras comíamos y al terminar puse mi cabeza en su regazo mientras él me acariciaba el cabello.
En la película, justo en ese momento, estaban pasando a una pareja que estaba muy apasionada. De repente siento bajo mi cabeza un bulto muy grande y duro. Me sentí turbada, y creo que papá también. Pero hubo una fuerza que no sé de dónde salió dentro de mí, que me hizo comenzar a acariciar con mi cara ese enorme bulto. Mi padre no decía ni una palabra.
No puedo decir que no supiera nada de sexo porque siempre se habla entre amigas, y el cine y la tele de hoy dan bastante ...
... información. Pero era bastante más desinformada y tonta que la mayoría de las chicas de mi edad en otros ambientes. Eso sí, lo poco que sabía despertaba en mí gran curiosidad. Yo, todavía ni siquiera mi cuerpo me había atrevido a tocar con demasiada liberalidad.
Como estaba contento, no sé qué fuerza me llevó a actuar como actué. Mi madre y mi abuela dirían que se me metió el diablo. Pero qué suerte que así fue.
Seguí acariciando a mi padre y de repente subí una mano y comencé a acariciarlo, subiendo y bajando por esa forma dura y alargada que había bajo su bata de noche. De repente me animé y pregunté.
—¿Me lo mostrarías? Nunca he visto a un hombre, me muero de ganas, y prefiero que seas tú.
Mi padre apenas pudo balbucear un…
—Nnnooo... ¡cómo crees! —pero se oía muy inseguro.
Yo insistí y comencé a abrir la bata, lentamente. Dejé al aire su bóxer del que salía, por la abertura, parte de su pene durísimo y rojo pues se había excitado algo por la película y mucho por mis caricias.
—¿Puedo tocarlo?
Sin esperar respuesta puse mi mano sobre él. Estaba caliente. Mis labios fueron instintivamente hacia ese duro mástil.
La cabeza era enorme y tenía un color rojo muy fuerte. Mi pequeña lengua comenzó a pasar alrededor de ella.
— Nena, espera... esto está mal —Decía papá, pero no se quitaba.
Mi lengua seguía recorriendo eso tan grandote, tan rico, que me llenaba la boca.
— Papá —digo— enséñame, dime qué hacer. Quiero seguir, no sé qué me pasa, estoy ...