1. Una juventud madura (VIII): Fin del campamento


    Fecha: 29/04/2020, Categorías: Hetero Autor: jtvalverde, Fuente: CuentoRelatos

    ... del primer día entre Iván y yo, y a Roman lo veía por las mañanas de vez en cuando durante las gymkhanas y por las noches en la cabaña, donde nos dedicábamos a contar chistes, hacer juegos y contar historias de miedo.
    
    A Iván no le hizo falta hablar con Lucas. Al día siguiente Lucas se comportó como si no hubiese pasado nada o como si no recordara nada de ello, por lo que todo quedó olvidado de un día a otro..
    
    Y respecto a mí, aunque me hubiese vetado yo mismo el tener relaciones con otra gente, tengo que reconocer que las pajas seguían cayendo como siempre, pero ya más desde la intimidad. Eran 4 días los que restaban para volver a casa y mantenerme todos esos sin descargar hubiese sido imposible, por ello, tras cada cena, cuando todos ya estábamos en la cama aprovechaba para machacármela y correrme bajo las sábanas. Y estaba seguro de que Iván y Roman hacían lo mismo porque se oía a veces el típico shof shof que hace el prepucio con el glande cuando está mojado y uno frota sobre el otro, al igual de algunos gemidos esporádicos.
    
    El último día fue el más duro. La despedida. A mí me venía a buscar el mismo chófer que me había traído, mientras que a los dos hermanos les pasaban a buscar sus padres. Sabía que ese momento iba a llegar pero no pensé que fuese a ser tan duro. Cogí la maleta llena, me acerqué a la puerta y…
    
    —¿Qué pasa? ¿Qué te vas a ir sin despedirte? —Me dijo Iván acercándose y dándome un beso en la mejilla y un abrazo de oso— Recuerda siempre que te ...
    ... querremos.
    
    —Y yo a vosotros
    
    —¿Y a mí no me vas a dar ningún beso? —Dijo Roman haciendo lo mismo que su hermano.
    
    —Chicos os voy echar de menos. Os quiero muchísimo. —Dije medio llorando.
    
    —Bueno, bueno. No te me pongas a llorar, que no va a ser la última vez que nos veamos; y te hemos dejado una sorpresita en la maleta para cuando llegues —contestó Iván haciéndome un guiño.
    
    Les volví a abrazar y sin decir nada más y con la lagrimilla en la mejilla salí por la puerta.
    
    Varias horas más tarde, después de un largo viaje de vuelta a casa y de un largo interrogatorio de mis padres para que les contara todo (todo menos lo que ya sabéis), tuve ese momento de intimidad para abrir la maleta deshacerla y encontrar la sorpresita con la que tanto había pensado durante el viaje. Era una caja donde había una carta firmada por los dos hermanos en la que me explicaban lo bien que lo había pasado y lo mucho que me querían; y en el fondo había los calzoncillos de Iván que me había puesto esa noche de locura del primer día, y justo al lado había otros de Roman; ambos tenían el nombre en grande en la parte del trasero con un corazón y lo que más ilusión me hizo: en la etiqueta de cada calzoncillo había su respectivo número de móvil apuntado.
    
    Eso fue uno de los regalos que más feliz me han hecho en mi vida; y hoy en día, a pesar de haber pasado ya unos cuantos años, puedo decir que bajo mis bóxer y slips de mi cajón sigo teniendo dos calzoncillos que ponen “Iván” y “Roman”.
    
    TO BE ...
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