1. Ahh, lujuria! (IV: El otro final)


    Fecha: 14/05/2020, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... había convertido mi señora madre abrió los labios y le envolvió el glande, para inmediatamente dejarlo libre, provocándolo. Giró, puso su vara en dirección a mí y copié a mamá. El juego se extendió algunos minutos, los tres cada vez más cachondos, las dos intentando comerlo cada vez con más avidez.
    
    Poco a poco el fue descendiendo y en un momento él acarició con el extremo de su miembro un pezón de mamá y yo, al tratar de alcanzarlo, sorbí de ambos; y lo volví a hacer. Y..., y...., mi mano bajó y busqué en mi misma mientras que una mano de mamá me tomaba por la nuca y el pezón de mamá se irguió y el seno de mamá fue más importante que el miembro de mi amante y... me salí de cauce.
    
    Sorbí un seno, luego sorbí del otro, volví a mi infancia, busqué con mi mano su sexo, me tumbé sobre ella, sellamos nuestros labios, descendí, busqué su sexo con mi boca, sorbí de su sexo, la penetré, la besé, le aferré las piernas, me aferró la cabeza, me aprisionó, me liberé, volví a ascender, me dio vuelta brusca, vehementemente, se abalanzó sobre mis senos y me hundió su mano en mi entrepierna, la mojó, la subió y la puso en mi boca, me bebí a mi misma de su mano, algo más salpicó mi ...
    ... cara y más abajo, mi cuello, ella lamió el semen que nos regalaba nuestro amante y posó su boca en mi boca, la incorporé con violencia, nos abrazamos, nos invertimos, mi boca en su concha, mi lengua y mis dedos haciéndola mía, su boca en mi concha, su lengua y sus dedos tomando posesión de mí, ella arriba, yo abajo, abiertas, yo arriba, ella abajo, abiertas, en mi desesperación volví a girar, me arrodillé sobre ella, de frente, mi concha sobre su boca: la cogí, me la cogí a mi propia madre, le dí todo lo que tenía y más, quería seguir dándole más aunque no tuviera, me empujó, caí, subió sobre mí, frente a mí y ella me cogió y me cogió, su concha golpeando con frenesí en mi cara, me dio, me entregó lo que tenía y lo que no tenía también hasta que yo misma, en un último resabio de fuerzas, empujé y logré que se desplomara a mi lado, exhaustas las dos.
    
    Sólo largo rato después volví a tierra. Agotada, entreabrí los ojos para encontrarme con la expresión de asombro absoluto dibujada en el rostro de Alberto que había vuelto hacia atrás, a recostarse en el sillón.
    
    Ahora sí tiene sentido la palabra, pensé, en voz alta. Con este final imprevisible e insospechado, tiene sentido. 
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