1. Ana 2. obligada a pagarle al gasista en especies


    Fecha: 17/05/2020, Categorías: Confesiones Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... ¡yo pensaba que como mucho iban a ser mil!, no tengo tanta plata.
    
    β€” ¿ah no? β€” Jorge se puso serio, y cruzó sus brazos, pero yo intuí un goce en su cara, seguramente todo lo que yo le había comentado de ella lo hicieron fantasear con poder aprovecharse. β€” yo no trabajo gratis. β€” siguió diciendo, explicando el costo de todo lo que había comprado y de la mano de obra con ayudante incluido.
    
    β€” No sé. β€” dijo Ana preocupada. β€” ¿y si te lo pago en un par de semanas?.
    
    β€” yo no trabajo a crédito señorita. a ver sentémonos y charlemos a ver como lo solucionamos.
    
    Nos sentamos en la pequeña mesa de cocina, de manera tal que la rodeamos, sentándonos muy cerca de ella. Algo comenzaba a percibir Ana, porque me miraba con sospecha.
    
    β€” Voy a traer algo para tomar. β€” dijo levantándose, seguramente quería salir de esa cárcel que formaban nuestros cuerpos. Pero mientras lo hacía, metí la mano por debajo de su vestido. Acariciando su culo por primera vez, no lo pude evitar. Tenía la piel muy suave, también sentí la tela de la tanga, bajé la mano hasta su entrepierna y la volví a subir. Ese cachete era hermoso, invitaba a ser escarbado, perdí mis dedos adentro de su zanja y sólo entonces me dio un cachetazo. Intentó salir de nuevo, pero Jorge se paró frente a ella, apretando su pelvis con el cuerpo de Ana, evidentemente estaba al palo, se le notaba en el pantalón azul como su pija pedía a gritos ser liberada.
    
    Ana dio media vuelta mirándome con furia, a lo que contesté metiendo de ...
    ... nuevo la mano por debajo del vestido, esta vez estrujándole el culito con fuerza, mientras le mantenía la mirada, desafiante. Jorge avanzó y presionó con su tronco el ombligo de Ana. Ella Intentó empujarlo, pero Jorge era un ropero: cuadrado y pesado. Me resultó muy sensual la imagen del pequeño cuerpo de Ana apresada por el voluminoso cuerpo de Jorge. Este comenzó a agarrarla de la pera, obligándole a que lo mire a los ojos mientras con la otra mano acariciaba la pierna, levantándole el vestido lentamente.
    
    β€” Yo te voy a pagar, soltame. β€” suplicó Ana.
    
    β€” Claro que vas a pagar. β€” le dije yo, mientras estiraba su tanga, amagando con bajársela. Quería hacerlo todo despacio, no como la otra vez, que acabé muy rápido. β€” nos vas a dar esos mil pesos que dijiste y el resto lo cobramos de acá. β€” pensé que me iba putear, pero sólo me miró con esa expresión de resignación que ya había visto antes.
    
    Sin embargo, de repente soltó un grito β€œsuéltenme” dijo. Jorge la hizo callar con un apasionado beso. Mientras yo le di un mordisco a su nalga. Forcejeó un poco, pero en vano.
    
    β€” tengo cuarenta y cinco kilos, no puedo hacer nada contra ustedes. β€” esa respuesta me alegró mucho, ya estaba aflojando. Seguí metiendo mano y esta vez, muy despacito, agarrándola del elástico, bajé la diminuta tanga blanca. La doblé y la guardé en mi bolsillo.
    
    β€” yo tengo cien kilos ¿y vos? β€” me preguntó Jorge mientras atacaba esos pechos que yo tanto conocía.
    
    β€” ochenta y cinco.
    
    β€” pobrecita, ciento ...
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