Ana 2. obligada a pagarle al gasista en especies
Fecha: 17/05/2020,
Categorías:
Confesiones
Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
Había pasado casi un mes desde que me la cogí a Ana. O mejor dicho, desde que le metí la pija en la boca, mientras Germán el de seguridad le ensartaba su largo miembro. En contra de todas mis especulaciones, Ana no resultó tan fácil como imaginé. Aquella noche en que Germán había aparecido en su departamento, llevándome a mí sin haberle avisado, para obligarla a enfiestarnos, se mostró reacia a mi visita inesperada, pero aun así pude abusar de ella a mi antojo. Sólo el gran impacto que me causó esa noche de locura impidió que me quedara toda la noche garchándomela por todos sus orificios. Necesité volver a mi casa para despejar mi mente. Luego me arrepentí de mi error y lo seguí haciendo por muchas semanas.
Ana se mostraba esquiva conmigo, cada vez que nos cruzábamos en el ascensor, se quedaba en un rincón, poniendo el estuche de su violín entre nosotros. Yo no me animaba a hacer ni decir nada, era evidente que para ella lo de aquella noche fue una agresión, cosa que me parecía injusto ya que si ella realmente no hubiese querido nada conmigo, hubiese gritado para que todos los vecinos escucharan, cosa que no hizo, sino que se atragantó con mi verga.
En ese lapso de tiempo, se encargó de vengarse de Germán. Llamó a la administración del edificio, quejándose de que el señor de seguridad (Germán), acostumbraba a dejar su puesto por largo tiempo. Esto era real, ya que eso era lo que hacía German a la medianoche cada vez que subía a cogerse a Ana. Esto fue fácil de demostrar ...
... gracias a las grabaciones de las cámaras de seguridad que mostraban el asiento de portería vacío, a veces por más de una hora.
Se había deshecho de Germán, seguramente cansada de sus abusos, pero contra mí no podía hacer nada, porque era copropietario del edificio, y le resultaría imposible demostrar que entré a su dpto. sin su permiso, ya que los pasillos de los pisos no tenían cámaras.
Como dije, cada vez que nos encontrábamos, me rehuía. Durante un mes me tuve que aguantar las ganas, castigándome a puras pajas cada vez escuchaba la melodía de su violín que traspasaba la pared que nos dividía. Era tan extraño tenerla tan cerca y sin embargo tan lejos al mismo tiempo.
En poco tiempo llevó a varios amantes a su casa, haciéndome escuchar sus orgasmos en todas las ocasiones, seguramente a propósito, ya que sabía que yo estaba muy caliente con ella, y que la noche que acabé sobre su carita, lejos de aliviar mi necesidad, la había aumentado.
Decidí agregarla a Facebook, quizá desde la comodidad de mi casa, podría convencerla de intimar nuevamente. Estaba seguro que esa manera infantil de eludirme se debía a que sabía que si me acercaba e insistía lo suficiente, terminaría por lograr convencerla. Me sentí muy excitado cuando comprobé que me había aceptado en esa red social, pero sólo me había agregado para mandarme un mensaje muy violento. “escúchame hijo de puta, no quiero nada con vos, la otra noche no te quería chupar la pija, déjame de joder o te voy a denunciar.” ...