Nunca digas de este agua no beberé
Fecha: 18/05/2020,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Hola a todos. Me llamo María y a continuación paso a contaros “algo” que os parecerá una tontería, pero que me llevó por la calle de la amargura durante varios años. Todo, absolutamente todo el mundo, ha tenido unas prácticas sexuales placenteras y otras que no le gustaron nada. No es que yo haya sido una mojigata en temas de sexo, pero ocurrió algo con mi primer novio “formal” que hizo cambiar mis preferencias de una forma drástica.
Una tarde, al salir del cine y tomarnos una copa, volvíamos a casa en su coche. Hasta ahí todo normal. Lo que también era normal era buscar algún rincón antes de despedirnos para darnos algún que otro magreo, cosa normal en cualquier pareja de novios. Enrique, que así se llamaba él, era algunos años mayor que yo y sabía lo que se hacía. También sabía exigirme. Eran nuestros primeros escarceos sexuales y a mis 19 años (él tenía 24) no habíamos pasado a gran cosa. Hoy todo es más deprisa. Pues eso, me había sobado las tetas, alguna mano debajo de la falda, algún chupetón en el cuello y yo por mi parte pues me dejaba hacer y le sobé alguna vez por encima del pantalón, notando así su “dolor” opromido, que era bastante importante.
Siempre llegaba a casa mojada y me tenía que cambiar de braguitas. Enrique me las dejaba chorreando de tanto sobarme y ponerme muy cachonda. Yo suponía que tarde o temprano debería hacer “algo” más durante nuestros encuentros y así me predispuse la siguiente cita. Me volví a poner una faldilla muy suelta, un buen ...
... escote sin sujetador y fuimos de paseo por la costa. Tomamos algo como de costumbre y me propuso irnos antes para estar un ratito más juntos. Accedí de inmediato. No había pasado una hora y allí estábamos, en el coche, dando rienda suelta a nuestras manos. Mis manos repasaban su enorme entrepierna por encima (como de costumbre) mientras sus dedos manoseaban mi chochito. Me echó entonces hacia atrás y metiendo su cabeza entre mis piernas comenzó a lamer mi mojadísima almeja. Yo disfrutaba cada lametón como loca. Además, se notaba que no era el primer coño que se comía pues sabía donde dar, morder y repasar.
Empecé a notar un calor sofocante en mi entrepierna y cuando pegó su lengua a mi clítoris para retocerlo fuertemente de arriba a abajo comencé a expulsar todos mis jugos en su boca. Él, encantado de oir mis gemidos, repasaba una y otra vez mi almeja con su lengua dándome más placer y alargando mi orgasmo durante un buen ratito. Al acabar, me senté e intenté recomponer mi vestimenta como pude. Él, por su parte, se desabrochó el cinturón y se quedó en calzoncillos, pudiendo apreciar la dureza de su entrepierna. Me recosté de lado sobre sus piernas para poder “trabajar” mejor la zona mientras él reclinaba el asiento hacia atrás. Después de pasar mi mano unos minutos sobre su paquete, le retiré el slip, quedando ante mi su polla, ancha y muy dura con un capullo redondeado y bastante grueso. Calzaba un buen cacharro mi amigo Enrique.
Y empecé a manosearlo a lo largo, hacia ...