1. UNA LINDA HISTORIA 7


    Fecha: 24/05/2020, Categorías: Incesto Autor: memito, Fuente: SexoSinTabues

    ... amas de casa gimnastas se han repartido como el agua de mayo, cada una para su hogar o sus obligaciones. Delante de mí, una de ellas parece llevar el mismo camino que yo. Por lo que puedo ver, desde atrás, parece en forma y no puedo deducir su edad. Tiene un culo prieto y mediano, que su pantalón anaranjado pone en evidencia. Medirá un metro sesenta y cinco, y tiene una buena figura. Me pongo a su nivel, ella sobre la acera, yo en la calzada. Sigo siendo más alto. ― Una buena clase, ¿verdad? – le digo, como saludo. ― ¿Disculpe? Oh, si, por supuesto – contesta, al reconocerme como el chico invitado. – Pepi es muy buena y divertida. ― Así que todas ustedes pertenecen al gimnasio Tetoni… Se lleva una mano a la boca para contener la carcajada. ― Stetonic, por Dios, jajajjaa… ― Coño, que torpe – me regaño yo mismo, con una sonrisa. Tiene el pelo castaño claro, con mechas más rubias, pero no sé si lo tiene largo o es una melenita, porque lleva la cabeza cubierta con una especie de pañuelo turbante, con un gran nudo en el lado derecho, que deja caer las largas puntas sobre su hombro. No tengo ni idea de que función puede tener una cosa así para hacer deporte, pero parece ser que es así. Sus ojos me examinan de arriba abajo. Su sonrisa se amplia. Esos ojos son casi del mismo color que su pelo, marrones y claritos. Yo no le calculo más de treinta y cinco años, y, aunque no es una belleza, tiene algo que atrae en ella, en su rostro. Tardo algunos minutos en ver qué es. ― ¿Y os reunís ...
    ... muchas veces así, en el parque? ― ¡No, que va! Una vez cada dos meses o así. Animamos a los vecinos a que pasen por el gimnasio y nosotras nos exhibimos un poco. Para airearnos – agita la mano, de bellas uñas pintadas de bermellón, como un abanico ante su cara. Tiene un buen sentido del humor. ― Pues ha sido una sorpresa muy agradable para mí. Estaba un poco aburrido de salir solo a correr, cada mañana. Por cierto, soy Sergio. ― Encantada, Sergio. Yo me llamo Almudena, pero todo el mundo me llama Dena – responde, y me ofrece una de sus bellas manos. Retén su mano y mírala a los ojos. Clava tu mirada, como si fuera una flecha, con intensidad. A ver, que alguien me explique como cojones se hace eso. “Como una flecha. ” ¡No te jode! De todas formas, lo intento. Mi cuerpo debe de tener más conocimientos que yo, o quizás ciertos recuerdos del viejo. El hecho es que cuando aprieto aquella mano, nuestros ojos coinciden y ella parece quedarse prendida de mis celestes y pálidas pupilas. ― Vaya, Sergio, tienes unos ojos imponentes. ― ¿Si? ― Si, algo tristes, diría yo, pero muy bonitos – no me suelta la mano. – No te había visto antes por el barrio. Nos hemos quedado parados, desconectados del ruido de la calle, con las manos apretadas aún. Tienes que aprovechar este momento de indefensión. El clavar la mirada te permite bajar las defensas adquiridas de una persona. Durante algunos segundos, volverá a ser la persona ingenua e inocente que era cuando niño, cuando confiaba en todos los ...
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