Él te observa (episodio 4)
Fecha: 03/06/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: juliomarkov, Fuente: CuentoRelatos
La habitación del hijo
Orwell imaginó una habitación en donde los mayores miedos se hacían realidad; y en esa misma habitación se había transformado mi despacho. En mi caso no eran ratas hambrientas a punto de devorarme el rostro, sino el hecho de tener que observar impotente a mi venerable familia entregándose a los más deshonestos placeres carnales de la manera más obscena.
La medianoche me encontró vigilando, como de costumbre. No me había presentado a la hora de la cena y nadie se había alarmado por este hecho.
Todo parecía tranquilo, pero cuando vi salir a Alicia de su habitación, supe que estaba ante esa siniestra tranquilidad que precede a la tormenta.
Mi nena iba semidesnuda, sólo llevaba puesta su pequeña tanguita rosa garigoleada. A paso lento y regular, como en trance, recorrió el pasillo en dirección a la habitación de Daniel y, una vez hubo llegado, entró en ella. Apenas unos segundos más tarde, Irene, vistiendo tan sólo el pequeño hilo dental que yo le había regalado, hizo exactamente lo mismo.
No hacía falta ser muy perspicaz para saber lo que estaba a punto de ocurrir en esa habitación. Ni siquiera me sorprendió que sucediera estando yo en la casa: seguro que la intervención demoníaca había llegado a un punto en que a ninguno de los tres le importaba otra cosa que no fuera satisfacer los retorcidos deseos del oscuro ser de las tinieblas que los dominaba.
Cuando me dispuse a mirar lo que estaba ocurriendo en el interior de la habitación me ...
... percaté de que nunca antes había observado a través de esa cámara, no la había utilizado ni siquiera para probar que funcionaba correctamente.
Vacilé unos instantes antes de abrir por primera vez aquel ojo electrónico: tuve miedo de lo que podía ver a través de él. Y cuando por fin tuve esa imagen en directo, el horror se apoderó de mí como nunca antes lo había hecho. Un sudor frío invadió mi cuerpo. Sentí náuseas y estuve a punto de vomitar nuevamente. Sentí que estaba viviendo mi propia tortura, digna de la mismísima habitación 101 de Orwell.
No vi a Daniel en la imagen, ni tampoco a su hermana ni a su madre, me vi a mí mismo, de espaldas, con el mouse de la pc en la mano y viendo una imagen de mí mismo, de espaldas, con el mouse de la pc en la mano. La escena se repetía infinitamente hacia lo más profundo de mi pantalla como en una especie de puesta en abismo.
Entonces volví mi rostro y elevé mi vista. Lo hice lentamente. Allí pude ver la cámara instalada en mi propia guarida, vigilando al vigilante. Era la que había sido colocada en la habitación de Daniel. Seguramente el muy ladino la había descubierto y la había desinstalado para darle una nueva ubicación: nada menos que mi despacho. Quién sabe cuánto tiempo hacía que el bastardo me estaba vigilando.
Inmerso en el más completo horror, supe que era hora de actuar, había sido acorralado. Entonces abandoné mi guarida y me dirigí con forzada decisión hacia la habitación de Daniel. Aunque iba a paso apurado, el ...