1. Él te observa (episodio 4)


    Fecha: 03/06/2020, Categorías: Incesto Autor: juliomarkov, Fuente: CuentoRelatos

    ... considerablemente más pequeño que el de su hermano, me sentí –y disculpen si la comparación resulta muy técnica– como un adaptador de audio, de esos que están compuestos por una entrada Jack 6.35 hembra y una salida Minijack 3.5 macho.
    
    Las embestidas de Daniel se volvieron vertiginosas.
    
    –¡Así que te gusta espiar eh! –me dijo el mocoso mientras me percutía el orto sin piedad.
    
    –Sólo quería atrapar a Rosario –le respondí jadeando y con la voz entrecortada producto del dolor, y quizá del placer que estaba sintiendo por ambos lados.
    
    –Ella no robó, fuimos nosotros. Estas dos putitas quedaron embarazadas. Ya te imaginarás… por eso esta puta culo gordo tuvo que empeñar el brazalete de la familia.
    
    Al mismo tiempo que decía esto último, Daniel le dio una fuerte nalgada a su madre, la cual se encontraba en ese momento al costado del lujurioso trencito chupándole las tetas a su hija y refregándose su propio clítoris con furor.
    
    Al ver las jugosas nalgas de su madre temblar en respuesta al súbito cachetazo, Daniel pareció tentarse. Entonces sacó la pija de mi culo, la metió en el ortazo divino de la mujer que lo había parido y comenzó a darle matraca con la misma violencia con la que antes me había dado a mí.
    
    –Por eso ahora sólo les doy por el culo –me dijo con firme convicción.
    
    Yo continué cogiendo a Ali sin llegar a procesar por completo las palabras de Daniel. La pija de pendejo me había dejado tan caliente que lo único que sentía era mi inminente ...
    ... culminación.
    
    –Ahh, Ahh, voy a acabar, ahh –le dije a mi nena.
    
    –Acabame en el pechito, papi –me dijo ella.
    
    Así fue que le decoré esas riquísimas tetas con gruesos trazos de blanco semen casi al tiempo en que Daniel hacía lo mismo pero utilizando las nalgas de su madre como lienzo. Luego, el pendejo acercó su enorme pija a mi rostro, como invitándome a que se la limpiara con mi lengua. Así lo hice.
    
    Mientras lamía la verga de mi hijo en estado de éxtasis, mientras recorría con mi lengua toda la extensión de ese enorme tronco venoso y palpitante, tuve una revelación. Pude ver al demonio que estaba invadiendo nuestras almas. Vi su rostro. Supe dónde se ocultaba y cómo nos vigilaba. ¡Eran las cámaras! ¡Sí, las cámaras! ¡Los ojos del mismísimo Satanás! Con ellas habían llegado todas nuestras desgracias, pero con ellas también habrían de irse.
    
    Esa misma madrugada decidí realizar un improvisado exorcismo que consistió en desinstalar todas las cámaras que había en la casa. Prácticamente las arranqué de los lugares en donde estaban apostadas, hice una pila con ellas en el patio del fondo y, tras rociarlas con abundante nafta, me encargué de que ardieran en llamas.
    
    Esa fue mi forma de deshacerme del mal que nos aquejaba, ese que había transformado misteriosamente a mi esposa e hija en dos putas insaciables y a mi hijo en un incestuoso semental con la inteligencia suficiente como para burlarme al punto de la vergüenza. Ese fue el fuego purificador, el que me permitió incinerar nuestra ...