1. Cartas homoeróticas (IV): De Janpaul a Mikel


    Fecha: 13/06/2020, Categorías: No Consentido Autor: janpaul, Fuente: CuentoRelatos

    ... y el intestino con lavativas! ¿Te acuerdas de aquella pera que compramos en un sexshop? Por qué será que a mí me da asco entrar a un baño que huela fuerte a heces o a orina y, sin embargo, me entretenía en tu culo y me parecía que estaba perfumado con colors of beneton porque me agradaba y pensaba que olía bien. No es que no distinguiera es que me gustaba tu olor de hombre, tu sudor, tus manos después de haber tocado tantas cosas y tu culo, el olor de tu culo me embriagaba y sé que seguirá embriagándome. Luego tomamos la costumbre de hacer esas largas lavativas, para que el culo no oliera y ya no era lo mismo.
    
    Lo que a nosotros nos ocurría tenía mucho morbo, era lo más erótico. Por una parte a mí me gustaba oler tu culo y oler tu mierda cuando entrabas en el baño, tú me hacías lo mismo, que me acuerdo de aquella vez que me hiciste levantar de la taza del water y me obligaste a doblarme para que el culo estuviera a tu disposición. Yo sabía que a la entrada de mi culo, en mi hoyito siempre se pegaba mucha mierda que no saltaba al agua y tenía que consumir papel, pero quisiste oler tan de cerca que ensuciaste tu nariz y tus labios. Yo noté tú contacto y me dio vergüenza, me sentí mal, por eso te limpié con la lengua la suciedad de tu nariz, porque en tus labios ya no había nada porque te lo habías tragado tú. No es que nos gustara hacer estas cochinadas, pero nos gustaba olernos.
    
    Un día decidimos que era más importante la higiene y nuestro bienestar, que no teníamos que ...
    ... sufrir porque nos hiciéramos cosas desagradables. Desde ese día usábamos perfumes para meter dentro del culo, por cierto que encontramos uno muy bajo en alcohol que no me acuerdo cómo se llamaba, y ya las cosas eran diferentes. Es cierto que aumentamos el aprecio por nosotros mismos. Esa costumbre de olernos la introdujiste tú, porque ya de adolescentes, cuando estábamos juntos en el salón de clase en aquellas carpetas dobles, si yo pedía permiso para ir a orinar, me decías: «no te laves», yo regresaba y tú disimuladamente me cogías la mano y te la acercabas a la nariz y cerrabas los ojos, entonces yo tomé la misma costumbre.
    
    Ahora bien, lo que más me gustaba de verdad era cuando acababas un partido de futbol, que tú la sudabas gorda y yo salía a tu encuentro para abrazarte y oler tu sudor, ponía mi mano tapando la boca y lamía de tu cuello, la parte de detrás, el cogote, por donde bajaba el sudor de entre los cabellos. Eso tú no podías hacerlo conmigo porque yo no sudaba tanto, pero ese sudor tuyo, era como un refresco para mí. Todavía hoy lo haría porque lo recuerdo y lo añoro. Y es que sabía a ti, eras tú.
    
    Fíjate, querido Mikel, cuántas cosas y detalles recuerdo. Todo es una sucesión desde pequeños hasta que nos hicimos mayores. Aquellos juegos infantiles donde solo pretendíamos tomarnos de la mano, luego cuando a escondidas, nos mostrábamos nuestros genitales, pues ya entonces no teníamos la intención de la casualidad, sino que todo era voluntario, pero desde que ...