Una historia de amor filial
Fecha: 16/06/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: barquidas, Fuente: RelatosEróticos
... aplomo y seguridad. Fue un recital de gracia, desplante y personalidad que apabullaba, pues su soberana belleza ayudaba no poco a ese dominio de la Sala de Conferencias que les acogía. La entrevista acabó pasadas las quince horas y almorzaron con el Sr. Puigvert en un restaurante próximo que no estaba mal, algo más que aceptable.
Durante el almuerzo D. Andreu Puigvert les dijo que no se preocuparan, que la renovación del contrato la tenían casi asegurada. A él las propuestas que traían le habían parecido óptimas y estaba seguro de que a sus asesores también; lo habían hablado y sus comentarios iban por ese sendero, luego el Consejo de Administración al día siguiente no podría por menos que refrendarlo: Los accionistas sólo son señores que cortan y cobran cupones de sus acciones, ellos, los técnicos que aconsejan lo mejor para los accionistas. Por finales el señor Puigvert se ofreció a enseñarles la Barcelona nocturna, quedando en pasar a recogerles a eso de las nueve para cenar algo pero Daniel impuso cenar los tres en el hotel, pues tenía mucho gusto en invitarle, y así quedó la cosa.
Las doce y media de la madrugada serían cuando los tres abandonaban el hotel, y en el coche del señor Puigvert se mezclaban en el tráfico de la noche barcelonesa. El conocimiento de la Barcelona nocturna se limitó a recorrer las calles y avenidas frecuentadas por los noctámbulos barceloneses, todas ellas iluminadas hasta la saciedad, darse una vuelta por un Music Hall de moda y un ...
... disco-pub, también de moda. Luego se apalancaron en una gran discoteca de ambiente claramente caribeño, música típica de aquellas cálidas latitudes y chavalas de impresión buscando “caza”; unas por la cosa pecuniaria, otras por amor al arte de Eros.
El local ya estaba casi atiborrado a esas horas, cerca de las dos de la madrugada, con lo que no fue fácil encontrar mesa, pero el Sr. Puigvert debía tener influencias en ese local y como por ensalmo resultó que una de las mesas reservadas no lo estaba tanto, pues se la adjudicaron. Se sentaron con Elena entre ambos caballeros y el amigo Puigvert desde un principio intentó caerle en gracia a la mujer, con tanto éxito como yo con las cartas, que siempre pierdo.
Llevarían un rato sentados cuando a la mesa se dirigió un individuo, Humberto, una mezcla de caribeño e italiano de muy buen ver: Treinta y muchos o cuarenta y pocos años, alto y fornido, piel claroscura, que desvelaba raíces híbridas de caliente sangre africana, sangre ardiente caribeña y no muy fría sangre italiana. Una especie de latin-lover del Caribe. A Daniel le cayó fatal desde que le vió, más aún desde que se sentara entre Elena y él separándolos. Y a mejorar tal impresión no ayudó el par de “monumentos” que le acompañaban, dos ejemplares de mujer de esas que licúan al “témpano” de tío más gélido de la tierra. Una de ellas tomó asiento junto al señor Puigvert en tanto la otra lo hacía junto a Daniel, pero mientras el señor Puigvert se esforzaba con su vecina de ...