1. El interrogatorio


    Fecha: 02/10/2017, Categorías: Incesto Autor: Lib99, Fuente: CuentoRelatos

    ... Habrá que endurecer el interrogatorio.
    
    La hercúlea mujer obedeció la orden cogiendo una fusta de cuero negro, delgada y flexible, y situándose a la espalda de Toni.
    
    –Última oportunidad. Controlamos tu red de distribución, pero no sabemos quién es tu suministrador. Danos un nombre y esto acabará.
    
    –No sé de qué me estás hablando –le respondió desde su reseca garganta–.
    
    –Como prefieras. Hay que admitir que tienes pelotas. Veremos si las conservas cuando salgas de aquí.
    
    El chasquido rebotó contra las paredes de la celda, ahogando el quejido de Toni. En su nalga palpitaba la roja huella del cuero. Los latigazos se repitieron, castigándole el culo, la base de la espalda y los muslos. A cada golpe su polla temblaba, endureciéndose, mientras el líquido preseminal formaba un hilillo al gotear desde el glande.
    
    Berta detuvo los golpes y volvió a situarse frente al hombre. Con la punta de la fusta acarició la cadera de éste, la deslizó entre los rizos del pubis y recorrió el pene hasta su húmeda punta.
    
    –Eres toda una putita, ¿eh? Esto te pone cachonda.
    
    Alzó entonces la mano y el cuero mordió la piel del muslo interior de Toni, junto a la ingle. Berta descargó sucesivos zurriagazos contra los muslos, el abdomen, los pectorales y, finalmente, contra sus testículos, pero el hombre, salvo guturales gemidos, no soltó palabra.
    
    Sara, sudorosa y agitada, recostada sobre la silla y la falda remangada hasta la cintura, se estremecía con cada latigazo redoblando el ...
    ... movimiento de su mano dentro de las bragas. Sus dedos acariciaban con fruición los labios henchidos y empapados labios mayores y menores, y el dilatado y palpitante clítoris.
    
    –Parece que el dolor no es el método más acertado para hacerle hablar –dijo casi en un susurro–. ¿Y si probamos con la humillación?
    
    Berta detuvo el castigo, soltó el enganche que unía las esposas del Toni a la cadena y le obligó a arrodillarse.
    
    –Muy bien. Si no vas a hablar veamos si la lengua te sirve para algo más.
    
    Se quitó la falda del uniforme, dejando a la vista dos titánicas piernas cuyos músculos parecían tallados en mármol. La braga, de corte deportivo, se tensaba casi incapaz de contener unos glúteos de acero que amenazaban con tragar la tela dentro de la raja. Bajó la escueta prenda y dejó a la vista un rubio pubis recortado a cepillo, como la cabeza de un recluta, coronando un coño mojado por la excitación. Sujetó con fuerza la cabellera del convicto y le colocó la cabeza entre sus muslos.
    
    –¡Vamos! –Ordenó elevando la fusta– ¡Cómetelo! Y más vale que lo hagas bien o te arranco la piel a tiras.
    
    Toni posó sus labios sobre la dilatada vulva, sintiendo su cálida humedad. Chupó la tierna carne, jugueteando con la lengua entre los pliegues que custodiaban la palpitante abertura.
    
    La fusta chasqueó en el aire y se estrelló una vez más contra la dolorida piel del hombre.
    
    –¡Cuidado con los dientes!, o te quedarás sin ellos. Y ponle más ganas o me enfadarás de verdad.
    
    El hombre lamió ...