Mariel, mi madrastra puta
Fecha: 25/06/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: Carlos Zeta, Fuente: CuentoRelatos
... Pero la diferencia era que ella me caía mal. A mis veintitrés años aprendí a identificar a una zorra a diez kilómetros de distancia, y ella era una zorra calientapijas, de las mejores.
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Le gustaba coger. Le encantaba. No dejaba a papá descansar dos días seguidos. La perra se aseguraba de hacerme escuchar sus orgasmos. Yo no podía creer su descaro.
Solía salir de casa, mientras papá estaba trabajando, y volver varias horas después. Se ponía muy linda, con un vestido corto, o un pantalón blanco bien ajustado que la hacían ver como una puta. Yo no le decía nada. Si a papá no le molestaba que su mujer salga así a la calle, yo tendría que guardarme mis opiniones. Cuando volvía, me contaba, sin que yo se lo preguntase, que había ido a visitar a su madre, o a alguna amiga. Yo le creía muy poco todas las cosas que me contaba, porque más de una vez, mientras hablaba, miraba hacia arriba y a la izquierda, señal inequívoca de que se estaba inventando una mentira. Eso lo aprendí en un programa de televisión.
Cuando se dio cuenta de que yo era un hueso duro de roer, y de que sus salidas “a la casa de su madre” no me convencían en absoluto, intensificó sus intentos por caerme bien.
Me mandaba mensajes antes de llegar a casa preguntando si hacía falta algo para la heladera. Me preguntaba todos los días si había dormido bien. Me decía que quería presentarme a una amiga de ella, que andaba buscando un chico lindo y serio como yo. Pero yo le daba la cabida justa y necesaria, y ...
... no quería saber nada con las zorras de sus amigas.
Después noté que había cierta rutina en sus salidas. Lo miércoles en particular, salía de casa a las dos de la tarde, y volvía a las seis, con una puntualidad exagerada. Seguramente la muy puta se veía con un tipo que sólo contaba con esas horas libre. Algún oficinista quizá.
De alguna manera Mariel percibía mi encono hacía ella. Así que para no tener problemas conmigo, y viendo que sus actitudes condescendientes no le servían de nada, optó por una estrategia más arriesgada: empezó a seducirme.
Una vuelta, a la madrugada, yo estaba viendo House of Cards en Netflix. Me había quedado hasta tarde porque la serie me gustaba mucho (aunque la última temporada me pareció una porquería) entonces aparece Mariel: la zorra vestía solo el corpiño y una tanga blanca.
— Perdón, no sabía que estabas acá. — dijo, con una risa descarada. — vine a tomar agua. Tu papá me dejó exhausta.
Yo actué como si me hubiese dicho cualquier otra cosa. La zorra fue hasta la cocina, meneando las caderas, y moviendo el culo para que yo se lo mirase. Era una puta calientapijas, y me caía mal, pero estaba muy buena. Si su pareja no fuese mi viejo, la seguiría hasta la cocina y le ensartaría la verga en el culo por la fuerza, para que aprenda a no andar insinuándose por la vida. Noté que en la espalda tenía un tatuaje que era como una firma, aunque no entendí qué decía, pero le quedaba muy sexy. La zorra de mi madrastra volvió de la cocina, ahí me ...