Rosy: busco a nuevos machos
Fecha: 02/07/2020,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
Pero a pesar de tener al novio de mi hija, al amigo de mi hija, al vecino y al compañero de mi esposo necesitaba más. Aquí en Texcoco hay varios gimnasios, casi he estado en todos, pero decidí incribirme en uno nuevo. Quería estar con más gente, hacer más ejercicio y por qué no, sentir la mirada de los hombres en mis nalgas, mis tetas. Ver cómo fantasean con mi cuerpo…provocarlos. Las primeras semanas me portaba un poco distante de los instructores y de los hombres en general; no escondía el hecho de que estuviera casada. En realidad eso interesó más a la gran mayoría de ellos. Por supuesto que no era la única mujer casada que iba al gym, había varias y muy guapas. La verdad me sentí un poco celosa. Fue precisamente con ellas con quienes me relacioné desde un principio; qué comentarios hacían, a quién recomendaban, con quien ni acercarse, en fin, lo que las mujeres comentamos en esos lugares…y en otros. La mayoría de los instructores eran jóvenes ligeramente mayores que yo en aquel momento, es decir como de 25 años, aunque había dos que andaban por los 40. Un par eran realmente guapos, los demás no mucho, pero estaban muy ricos. Ya a la tercer semana comencé a tomar más confianza, ser menos cortante y hasta bromear con los instructores y otros chavos del gym. Algunos no tardaron mucho en insinuarse con algunos cumplidos, secretitos poniendo su mano en mi cintura, cadera o un poquito más abajo, ofreciéndose llevarme a casa –pero se desanimaban cuando les decía “Ay, qué ...
... lindo gracias, pero vivo aquí a la vuelta”. Yo estaba feliz, había logrado lo que quería; la atención de los hombres, sentirme deseada. No en pocas ocasiones llegaba a casa después del gym y me masturbaba antes de bañarme o en la tina, pero al poco tiempo eso ya no era suficiente- Necesitaba no hacer el amor, sino coger, que me cogieran sólo por deseo, lujuria. Pude haber acudido a antiguos novios o amantes, pero quería probar cosas nuevas y decidí que sería uno de los instructores; ya sabía quién. Eduardo era uno de los más guapos y de mejor cuerpo; una de las chavas del gym –Araceli, casada- me había dicho que se lo había tirado y lo hacía delicioso. Tenía fama en el gym de ser un golfo, así que no sería difícil encamarlo. Tenía que pensar en una excusa para llevarlo a la casa y recordé que en algún momento me había ofrecido conectar o arreglar aparatos de sonido o de plomería, así que esa excusa utilizaría. Me puse una tanga blanca, mi conjunto deportivo de lycra blanca y me fui al gym. Hice ejercicio como de costumbre y en uno de mis descansos le comenté a Lalo que me iría un poco temprano porque no servía la regadera de mi casa y tendría que llamar un plomero para que la revisara. Él, por supuesto, se ofreció a revisarla. – Ay, no cómo crees, Lalo. – ¿Por qué no? Ya te había dicho que le sé a esas cosas y de aparatos eléctricos, ¿no te acuerdas? – Pues sí, pero cómo crees. No qué pena. – No te preocupes, para veas que damos buen servicios a nuestros socios en este gym. – ...