1. Echarse un fría (pero no cerveza)


    Fecha: 09/07/2020, Categorías: Hetero Autor: Stregoika, Fuente: SexoSinTabues

    ... hermosa difunta: Farmacéuticos. Nada difícil conseguir un poco de Cianuro de potasio en la forma apropiada para ser puesta en un chocolate. Responsable: Carol Devia Samaniego. A quién culparían más allá de toda duda razonable: A mí. No tenía escapatoria… o sí? En el piso había aún un buen pedazo de chocolate, esponjoso y tentador. Lo tomé en mis manos, pero más ideas vinieron a mi mente. Volteé a ver los calzones que hacía cosa de tres o cuatro minutos me había estado metiendo a la boca. No solo era la peor hija de puta que había conocido, sino la hija de puta más sexy y deliciosa que había visto, y qué ganas le había tenido siempre. Al fin, estaba a solas con ella para hacer lo que quisiera, pero no exactamente en las circunstancias que había fantaseado. Pero… que Cindy estuviera muerta no tenía que ser necesariamente un obstáculo. Es decir, yo también lo estaba, por las trágicas coincidencias sucedidas que, invariablemente me inculpaban, y la imposibilidad de defensa delante de un imperio de dinero y poder… “ al que me pregunte, que me estoy bañando y que me espere” recordé. Tenía tiempo para jugar un rato con lo que más había deseado en toda mi vida, y que tenía ahí servido para mí. Maldita bruja, murió humillándome. Recuerdo incluso que dijo: <<con quienes yo, ni muerta>>. Pues, pensé “Te equivocaste, Linda ejecutiva. ” y me lo empecé a sacar. Capítulo 6 Ya lo había decidido, y sin pensar mucho. Si yo no tenía salida y sí un poco de tiempo… La aprecié por unos segundos, ...
    ... esbelta, hermosa, deseable como nunca. Le acomodé gentilmente el cabello, pues tenía mechones desordenados y arrugados pegados a la baba que hacía un segundo había parado de salir. La limpié. La puse boca arriba y le estiré los brazos y piernas. La cargué a la cama. Aún olía delicioso. Le masajeé el rostro con delicadeza, y logré quitarle en buena parte la expresión de horror. - qué hijueputa tan DI-VI-NA. – me dije a mí mismo. Le acaricié el rostro y sin el menor recelo, le besé los labios. Se me paró. La acaricié de pies a cabeza, por encima del bicicletero y la camiseta esqueleto. Acerqué la cara a todo su cuerpo para escanearlo con mi olfato. De haberla visto por casi tres años en traje elegante, tenerla ahí embarradita me parecía muy romántico. Besé su ombligo. La próstata me daba pulsaciones. Bajé la mirada y descubrí que tenía una erección sin precedentes. Yo no era circuncidado, pero aún así el glande se asomaba casi todo. Le empecé a quitar la ropa. Debajo de su fino y brillante bicicletero tenía una tanga, azul también, aunque más oscuro. Qué gloriosas nalgas, redondas y prolijas. Las besé. Ese vientre, ah… ese vientre pequeñito que se elevaba como una pista hasta empezar las costillas y después… esos senos erectos con orgullo. Le besé desde las rodillas hasta el pubis. Le chupé al calzón, qué morbazo. El olor a panocha sudorosa por la actividad física estaba en su punto, y me lo sorbí todo. Me le puse encima, le chupé las tetas y metí su boca en la mía. Le lamí los ...
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