Con un compañero de oficina casado
Fecha: 16/07/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: alis, Fuente: CuentoRelatos
... salir el domingo”, el domingo, imagínense los domingos ningún hombre bien casado o feliz sale de su casa, pero supongo que cuando se trata de tener una aventura inventan cualquier cosa. En realidad no me importo, lo único que yo quería es tener un momento a solas con ese hombre que me estrujaba los sentidos más íntimos.
Llego el domingo esperar ese día para mí fue como esperar un regalo en mi cumpleaños, me encontraba en casa de una amiga, hasta que escuche la bocina de su carro, salí corriendo como si me estuvieran liberando de un encierro, me subí a su carro como elevada por un pedestal, ni siquiera le pregunte donde íbamos, cuando me di cuenta estábamos en la puerta de un motel, mi corazón latía tan apresuradamente que no tenía ni fuerzas para decirle porque, mi razón luchaba con mis deseos, hasta que nos vimos dentro de una habitación bonita, cómoda con un enorme jacuzzi y todas las comodidades que te puede dar un hombre apasionado.
De pronto sus manos rodearon mí no tan esbelto cuerpo, tengo que reconocer que no tengo un cuerpo como todas las heroínas de los cuentos eróticos más bien un cuerpo rellenito, pero eso si mis méritos son tener dos hermosos, grandes y redondos pechos, acompañados de dos larguísimas y sexys piernas, ¿dónde iba? ¡¡Ah!! me rodeaban sus manos y sus brazos, que rica sensación, que calor, ¡¡¡que gusto!!!, estaba al borde del éxtasis, con manos de experto iba desabrochando mi blusa, sin dejar de acariciar mi culito que se estremecía de placer ...
... al sentir manos tan varoniles, mi blusa cayó al piso y sus ojos se agrandaron de placer al ver el espectáculo que le mostraron mis bien dotados pechos.
Se puso de rodillas al piso para con su lengua acariciar mi vientre y jalar con sus dientes mi falda que ya estaba casi del todo abierta, el placer hacia que mi corazón latiera cada vez con más fuerza y le pedía casi a gritos que hiciera conmigo lo que quisiera, me veía despojada de casi toda mi ropa, solo quedaba para salvar la poca decencia que quedaba en mí, una braguita pequeña que dejaba ver mi tímida y bien guardadita rajita, pero él estaba tan ansioso de mí que sus manos no dejaban de acariciar y estrujar mis pechos, mis pezones estaban tan parados que no sentía ningún dolor cuando él los mascaba como si se tratara de un suculento bocado su lengua los recorría una y otra vez, yo ya me había encargado de sacarle toda su ropa y nos encontrábamos tendidos en la cama, que buen trabajo el hacía conmigo, sus dedos dejaron un momento mis ansiosos pechos para bajar a mi vientre y luego uno a uno se encontraban acariciando mi rajita, la cual a esas alturas se encontraba húmeda y loca por ser penetrada por ese hombre tan bien dotado.
Sus dedos se encontraban en mi coñito acariciando mi clítoris y masturbándolo, no podía razonar le gritaba que me penetrara, que acabara con esa agonía de amor a la que me tenía sometida, pero él no iba a dejar que ningún lugar de mi cuerpo dejara de gozar de tan enorme, poderoso e inenarrable ...