Desafío de galaxias (capitulo 82)
Fecha: 20/07/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: calvito, Fuente: CuentoRelatos
... fruncido. Anahis abrió la puerta y el sargento entró en la estancia. Marisol le hizo una señal para que se acercara y le olió el aliento.
—Ni una gota, —dijo el sargento dejando una bolsa encima de la mesa, junto con el escudo. En su interior estaban la espada, la vizcaína y el casco de Marisol, perfectamente limpios. Después, acaricio con el índice el entrecejo de Marisol que soltó una carcajada, para acto seguido, darle una ristra de sonoros besos.
—Cuándo era pequeña y me regañaban…
—Que era demasiado a menudo, —añadió el sargento.
—… le buscaba y enfurruñada me sentaba en sus rodillas mientras reparaba zapatos en su zapatería, y el me acariciaba con el índice entre las cejas y me decía: «si frunces el ceño con tanta fuerza, se te va a quedar arrugado para siempre». Bueno venga, vámonos.
Asida al brazo del sargento, salieron del camarote, y muy despacio se dirigieron al comedor. Se cruzaron con mucha gente, que a pesar de la cara resacosa, la saludaron con un cariño desbordado. El sargento se mostraba como un padre henchido de orgullo. En el comedor, logró que picoteara algo, y eso después de insistir mucho, y a continuación la condujo a la clínica donde la hicieron un chequeo completo y la cambiaron los vendajes. Después, le convenció para ir al Centro de Mando.
—Solo a saludar, de verdad, te lo prometo.
—No me prometas lo que no vas a cumplir.
—Venga, ¡jo!
—No me empieces con los ¡jos!
—Que solo saludo y nos vamos, ¡jo!
—¡Y dale! Anahis ...
... me va a dar una charla que me voy a cagar… y tú vas a tener la culpa.
—Que no, que no, que yo la digo que no,
—Bueno, sí, cuidado, que me vas a defender.
—Podría hacerlo, ¿qué te crees?
—Claro que podrías, —dijo achuchándola con cariño—. Anda, vamos: me pondré el casco.
Unos minutos después, entraron por la puerta del despacho de Marión donde se encontraban también Anahis e Hirell.
—¡Menudo guardián te he puesto! —exclamó Anahis poniendo los brazos en jarra.
—No le regañes, que es culpa mía.
—Claro que es culpa tuya, eso ya lo sé yo.
—Venga Anahis, si ya contábamos con eso, —dijo Marión acercándose y besándola, al igual que Hirell—. Estás hecha una mierda.
—Y me duele hasta la coleta. ¿Cómo va todo? —preguntó mientras se sentaba en una silla con la ayuda del sargento.
—Muy bien, a primera hora, Hoz ha terminado de sacar a los guardias que se había refugiado en los sótanos del Palacio de la Regencia. Escuadrones navales conjuntos están buscando a las naves enemigas que están dispersas, para conducirlas al Mundo Bulban. Y toma, firma esto: es la primera orden de desmovilización de tropas, tal y como habíamos hablado, —dijo Marión entregándola una tableta. Marisol, sin leerlo, introdujo su código de firma—. He hablado con el presidente y no viene solo: medio parlamento se ha unido a la comitiva presidencial.
—¡Joder!, ¿y si nos vamos a España? —preguntó Marisol al sargento.
—Yo encantado: no me lo tienes ni que preguntar.
—¡Españoles! ...