1. Mi sumisa vecina


    Fecha: 22/07/2020, Categorías: Voyerismo Autor: Tahotlo, Fuente: CuentoRelatos

    ... mujer me dijo durante la comida que estaba mejorando en la cocina, que la tortilla estaba "buenísima", yo le dije que estaba aprendiendo en internet. Era mi día de descanso y no trabajaba esa tarde, durante la siesta sentí que había engañado a mi mujer, pero al mismo tiempo tenía una gran excitación. Por la tarde fui al centro a una tienda de BDSM y compré varios "complementos", al volver a casa vi que mi esposa llevaba puesto solo un body, de los que se abren por abajo (ella quería guerra), mi culpa se convirtió en deseo y en la cocina la alcé del suelo, desabrochando los corchetes de su body a la altura de su coño, la penetre intensamente sobre la encimera, ella gimió y tras varias embestidas la lleve al dormitorio, donde la puse mirando a Cuenca y la volví penetrar con furia; mientras tanto el cabezal de la cama golpeaba la pared al ritmo de mis embestidas, "esa pared, tras la cual había penetrado a mi vecina Rosa por la mañana". Termine dentro de ella con un gran chorro que manchó las sábanas color crema al desbordar su coño.
    
    A otro día, por la mañana, después de marcharse mi mujer a trabajar sentí en mi la excitación de haberme follado a las dos, "en el mismo día", mi culpa se transformó en deseo y me empalmé; no podía esperar y aproveché que yo trabajaba por la tarde y le hice una visita a Rosa, al llegar llamé a la puerta y me abrió al instante, después de cerrar le dije:
    
    —Buenos días Rosa, traigo algunos utensilios para adiestrarte como mi sumisa, ¿Qué te ...
    ... parece?
    
    —¡Me encanta señor Joaquín! —dijo ilusionada.
    
    —Bien, eso me gusta, ¡buena predisposición!, vamos a empezar aquí mismo, en la entrada de tu piso –le hable amable.
    
    Después cerré la puerta con llave y saqué de la bolsa un collar de perro y una correa; le puse el collar en el cuello y enganche a él la correa, diciéndole:
    
    —Quiero una copia de la llave para venir cuando quiera; ¡ahora quítate la falda y las bragas y mételas en esta bolsa que son un recuerdo para mí!
    
    —Si señor Joaquín —dijo
    
    Se desprendió al instante de las prendas y las metió en la bolsa, unas braguitas de encaje preciosas que dejaron a la vista un coño aún más precioso. Agarré la correa y le ordené andar de rodillas, tirando yo de ella hasta la cocina, una vez allí até la correa a la pata de una mesa blanca de diseño, y saqué de la bolsa un pequeño látigo de cuero (unos cuarenta centímetros de largo) y le dije:
    
    —Mi sumisa te voy a dar unos latigazos en el culo, no grites muy fuerte, sólo marcaré un poco tu culo, sin heridas ¡de acuerdo! –dije buscando el "claro" consentimiento de ella.
    
    —¡Lo que usted me ordene yo lo veo bien!, mi señor Joaquín, confió en su criterio.
    
    Acto seguido agachó la cabeza y "alzó" su culo desnudo poniéndolo en pompa, para recibir con sumisión los latigazos. Comencé a darle latigazos en el culo desde un metro y medio de distancia con muy poca fuerza, no quería hacerle heridas, a cada latigazo ella daba un pequeño grito, "le di quince latigazos", suaves al ...
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