1. Polvo apretado


    Fecha: 22/07/2020, Categorías: Primera Vez Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos

    Fue inesperado, pero no menos necesaria la visita de mi sobrina Mariela, a pesar de que no venía a mi encuentro precisamente. Yo estaba preparando café y unas tostadas cuando, a eso de las 5 de la tarde, y bajo una pequeña llovizna, en la calle oigo su voz desde la ventana seguida de unas palmas.
    
    ¡abríme tío, que vengo a traerle la revista a la tía, antes de que me mate, y se largue con todo! Le abrí y mientras la invitaba a pasar le expliqué que la tía llegaría un poco más tarde del colegio, puesto que había una impostergable reunión con la inspectora. Me aceptó un exprimido de naranja, y entre que se lo preparaba no sabía cómo hacer para no mirarle el culo, ya que se puso a responder unos mensajes con su celular. La miraba con demasiado sigilo para no parecerle un baboso, pero no podía creer que la primavera le quedaran tan bien en ese cuerpito inocente, con sus colitas castañas, sus ojos marrón clarito siempre iluminados por un rubor extraño, sus aritos blancos y el trasluz de su corpiño negro bajo su musculosita blanca. No tenía tetas grandes, por lo que usaba un corpiño de aparente relleno. Pero olía como una flor cuyos pistilos esperaban ser polinizados por mariposas y abejas insolentes.
    
    Cuando le acerqué el jugo la olí con mayor certeza, y descubrí el calor de sus hormonas alborotadas en mi espalda como el aleteo de una golondrina. Sentí un cosquilleo que me condujo a manosearla sin tapujos. No me lo impidió, y eso me paralizó un poco al principio. Le toqué ...
    ... las piernas y la cola en una caricia suave, pero amasé sus nalgas y le pellizqué una de ellas, y hasta me agaché para morderle la otra sobre su pantalón sueltito lleno de dibujos japonés. Marilín, como le decimos con mi mujer desde chiquita, bebió un poco del jugo, gimió cuando deslicé mi pulgar por la raya que divide sus manzanitas, se rió cuando le resoplé la nuca, se le erizó un poco la piel cuando le besé la espalda y los hombros, apagó su celular y no se atrevió a abandonar su posición. Pronto le palpaba las gomas y le apoyaba el bulto en la cola, mientras ella pegaba su cuerpo más y más a mi anatomía. Hasta que la di vuelta de un solo movimiento y le dije sin dudarlo: ¡agáchate pendeja!
    
    Ella conocía el manual a la perfección. Se quitó la musculosa, me bajó el pantalón y antes de que se ponga a pelotudear con mi pene se lo introduje sin especulaciones en la boca, para cogérsela cegado y aturdido por sus primeros atracones.
    
    ¡escupime nenita, dale guacha, chupala y trágate mi leche!, le dije mezclando nerviosismo por si llegaba mi mujer y calentura. Ella mordisqueaba mi tronco hinchado, se la pasaba por la cara, le dejaba hilos de baba colgando para pajearme la pija entretanto que lamía mis bolas, y volvía al sube y baja de su boquita fresca, para que mi glande le declare la guerra a su garganta prohibida.
    
    Cuando la escuché eructar tuve ganas de hacerle el culo en mi propia cama, y me la imaginé a mi señora con las tetas al aire mirando desde afuera cómo nuestra ...
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