Chus y Cholo
Fecha: 23/07/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: Quique., Fuente: CuentoRelatos
Recuerdo que era un sábado lluvioso del mes de diciembre de 1971, y sé que era el 1971 porque yo tenía 18 años. Estaba tomando un kas de naranja, de pie, delante del mostrador de la tienda del Barrigas, cuando llegó mi amigo Cholo. Al ponerse a mi lado vi que tenía unas ojeras que le llegaban a los pies. Le pregunté:
-¿Pasaste una mala noche?
-Con la lluvia machacando los cristales, los truenos, los rayos, los perros aullando y el mochuelo ululando en el saliente de la ventana no pegué ojo. -habló con en tendero- Ponme una tónica, Miguel.
Cholo tenía mi edad y era un chavalote moreno, de estatura mediana muy guapo y algo mariconcete. Vivía en una casa al lado del monte con sus padres y su hermana Chus, y no me extrañó que no pegara ojo, ya que en Galicia los mochuelos son considerados aves de mal agüero, y cuando ululan en una aldea se tiene la creencia de que se va a morir alguien y si además se oyen a los perros aullando, acojona de verdad. Cambié de tema y le pregunté:
-¿Va un tute para ver quien paga las consumiciones?
-Mejor un chinchón.
-Como quieras. Vas a perder igual.
Sin pedírselas, el Barrigas, nos dio un mazo de cartas. Las cogí y nos fuimos a un apartado donde había media docena de mesas y un futbolín. Eran las doce del mediodía y estábamos solos. Ya sentados y después de repartir Cholo las cartas, le dije:
-Debió acojonarte una cosa mala sentir al mochuelo ulular en el saliente de tu ventana.
-No lo hizo en el saliente de mi ...
... ventana, lo hizo en el de mi hermana Chus.
Chus era una pelirroja pecosa, con carita y sonrisa de ángel. Tímida. Tenía buenas tetas y buen culo. Llevaba siempre las faldas y los vestidos por debajo de las rodillas y su largo cabello recogido en dos trenzas.
-¿Estaban tus padres en casa?
-Estaban. Follaban en su habitación, que está entre la mía y la de mi hermana.
-¡¿Sintiendo al mochuelo y a los perros?!
-Pues sí. Follaban en silencio, pero de cuando en vez a mi madre se le escapaban gemidos de placer.
-Si tu los oías, tu hermana también lo hacía.
-Es obvio que sí, pero a eso ya está acostumbrada. Lo que la ponía negra, en el otro sentido, era el mochuelo.
-¿Fuiste a su habitación a ver como estaba?
-No, mi hermana, asustada, vino para mi cama.
-Un caramelito en la cama de un marica...
-Eso pensaba ella.
-¿Vas a negar que eres marica?
-Todos somos un poco maricas. y las mujeres un poco tortilleras.
-Yo, no.
-No, ya sé que no eres tortillera.
-Vete a la mierda. ¿Qué pasó en esa cama?
-Que Chus se metió en ella. Se tapó la cabeza con las sábanas y las mantas y se puso en posición fetal. Yo también me tapé la cabeza. Mi hermana olía a jabón de la Toja y polvos de talco. Le pregunté:
-¿Tienes miedo?
Me respondió:
-"Miedo y frío".
Me di la vuelta, le di la espalda, y la invité a abrazarse a mí para entrar en calor. Se abrazó. Al sentir sus tetas en mi espalda mi polla se puso dura como una piedra. Estuvimos así un par de ...