1. EN UN MUNDO SALVAJE (2)


    Fecha: 02/08/2020, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    ... La “tigresa hambrienta de carne” ya sólo resurgía para hacerle feliz a él, enardecerle hasta las más atas cotas, generadoras del más intenso, excelso, placer sexual; y es que, en ese nuevo rumbo que tomó su marital relación, la “tigresa” ya no surgía en pro del propio placer, sino para potenciar el de su marido. El tiempo fue pasando y la tortura de Juan antes de menguar, se agudizaba de día en día, haciéndosele la vida más y más insoportable, hundiéndose también más y más, en la desesperación, la amargura de aquella vida que le destrozaba el alma, en el desaliento por una situación que se esforzaba en aceptar, como supremo acto de amor hacia su amada esposa, pero que le era imposible hacerlo; quería asumirlo, admitir de buen grado la relación de su mujer con su propio hijo, pero no podía; era superior a sus fuerzas. Pero se aguantaba, sufría su tremenda, horrenda, desazón, en silencio, sin una queja, pero destruyéndose, moral y físicamente de día en día, casi minuto en minuto. Parecía una triste sombra de sí mismo, siempre cabizbajo, ojeroso, hundidos los hombros; aniquilado como hombre, como persona. De alguna manera comenzó a abominar de los encuentros con Ana en las madrugadas, pues a la dicha que en ella encontraba sucedía el terrible dolor de verla marchar, regresar a casa para encontrarse con “él”. Le odiaba como jamás había odiado a nadie, con un odio intenso, cartaginés, como en tiempos se decía de los odios enconados(3). Con un odio visceral, de tintes hasta ...
    ... homicidas, pues, verdaderamente, y con gusto incluso, le mataría. Mataría, sí, a su propio hijo, trocado en su más odiado enemigo, el ser que se lo había quitado todo, todo cuanto tenía…todo cuanto era…hasta su hombría. Se sentía un pingajo, una piltrafa humana, no un hombre, muriendo un poco cada día. Se decía que para evitarse eso, mejor no acudir a la cita con su amor. Cada día, cuando se sentía morir a chorros viéndola alejarse, se decía que nunca, nunca más volvería a encontrarse con ella, que eso se había acabado, pero también, cada día, al llegar el momento crucial de ir o no ir, acababa por encaminarse al encuentro de ella Tan insuperable le resultaba no ir a ella en tales momentos, como admitir de buen grado la relación que Ana mantenía con su hijo Los días fueron pasando en aquél vivir sin vivir, que también la afectaba a ella, y de qué modo, pues se le partía el alma cada vez que le veía, cada vez que veía su terrible sufrimiento, y, como ya antes sucediera, se sentía la peor mujer del mundo, la más vil y rastrera por someter a su hombre, al que quería de verdad, de corazón, a semejante tortura. Se decía, más de una vez, más de dos, que tenía que cortar lo de su hijo, sacrificar su exaltada libido en el ara del amor a su marido. Reparar, de una vez por todas, el tremendo daño que le estaba causando, aquél aniquilamiento moral y físico tan acusado que día a día venía viendo, cómo, de día en día, se deshacía, se desmoronaba más y más, volviéndola loca de dolor, haciendo ...
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