1. EN UN MUNDO SALVAJE (2)


    Fecha: 02/08/2020, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    ... Yago no fui una mujer, sino una hembra salvaje, y eso volveré a ser cada noche que vuelva a él, pero ahora soy una mujer; y una mujer volveré a ser cada madrugada, cuando vuelva a ti. Con él folgo, folgamos los dos como bestias, que no otra cosa somos en tales momentos, revolcándonos como bestias, tal cual dices; pero contigo no, a ti te amo. Nosotros no simplemente folgamos, sino que nos amamos. Tú y yo, juntos, no somos animales apareándose, sino personas, una mujer y un hombre que se aman folgando, que folgan amándose, porque nuestro sexo, el que tú y yo juntos disfrutamos, es amor hecho sexo, sexo hecho amor. Porque lo que entre nosotros hay es mucho, muchísimo más que sexo. Y lo necesito; te necesito, Juan. Te necesito, amado mío; necesito tu amor, tu calor de hombre enamorado, como el aire para respirar. Pero a él, el sexo que me da, como a los pulmones para, también, poder respirar. Sin aire, no podría respira pero sin pulmones, tampoco ¿Me entiendes, amor? ¿Comprendes lo que me pasa? Os necesito a los dos; lo que cada uno me dais, tu amor, tu calor humano y su sexo salvaje. Y ya no puedo pasar, no puedo, no podría, vivir sin ambas cosas. ¿Lo comprendes, mi amor? De nuevo calló, pendiente de él, de su rostro, desencajado, lívido, entonces. Ella le miraba desojada, con los ojos prestos a salírsele de las órbitas. Juan también la miraba a ella, pero con el rostro desencajado, pálido como muerto; sí, con la muerte en sus ojos, pero no de manera amenazadora, pues aquél ...
    ... gesto casi asesino de sus ojos, de su boca, de su rostro, había desaparecido, sustituido por otro de serena tristeza que mucho tenía también de patética resignación. Por fin, lanzando un hondo suspiro, dijo – ¿Te das cuenta de lo que me estás pidiendo, Ana? – ¡Claro que me doy cuenta, mi amor, claro que me doy cuenta! ¡Lo que una mujer nunca puede pedirle a su marido!Pero entiéndeme; te lo pido, te lo suplico, más bien, porque sé lo muchísimo que me quieres. Por eso te lo pido, te lo suplico. Porque sé también que tu generoso amor, sabrá comprenderme Porque, mi vida; es un acto de amor hacia mí lo que te estoy rogando; un supremo, sublime, acto de amor que sólo tú, por ese infinito amor que me tienes, podrías darme…consentírmelo… Y Ana se lanzó, ansiosa sobre él; pero no tan ansiosa de él, el hombre que era, como de complacerle, hacerle dichoso como nunca jamás le hiciera. Ansiando darle un placer nunca antes conocido por él, como forma de redimirse a sí misma por todo el dolor que le había causado Y lo mismo volvería a hacer cada madrugada que volviera a él tras estar con su “macho”, su “garañón”. Lo que oyera decir a las comadres de la aldea, no las más honorables, precisamente, que a los hombres más les gustaba que se les hiciera, que se les diera. Eso que, cuando las escuchaba, le causaba hasta nauseas, de sólo pensarlo, lo que en sus ya largos años de felicísima unión con su Juan jamás le había hecho ni entregado. – No te me resistas, mi amor; no me rechaces. Déjate hacer, ...
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