EN UN MUNDO SALVAJE (2)
Fecha: 02/08/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
... él inferidas, en casi perfecto acto de contrición, que no de atrición, (Contrición: Arrepentimiento del daño causado por amor al dañado. Atrición: Arrepentimiento del daño, por las consecuencias adversas al causante. El contrito, siente un dolor íntimo, semejante o mayor al causado; el atrito, sólo teme las consecuencias de sus actos), contrición, sin embargo, no duradera, pues cada madrugada siguiente se repetiría, al reiterarse el daño. Ana no tenía experiencia alguna en tales lides, era una auténtica neófita, pero su amor, junto a su deseo de complacerle al máximo, la infundió ciencia infusa, resultando ser hasta experta en ese arte, como si tuviere un don connatural para esas lides. Así, supo reconocer en los espasmos, las pulsaciones, de la virilidad de Juan en su boca los mismos estremecimientos, así como el puntual engrosamiento del miembro, que sentía en su intimidad cuando se amaban, relajados, en la cama, signos, todos ellos, precursores de la venida de su querido marido. Y entonces, cuando sintió preludiar lo mismo en su boca, no quiso que el placer que daba a su hombre acabara aún, sino que deseó que se prolongara más y más tiempo, con lo que, cuando apreciaba que Juan estaba a punto, se sacaba el miembro de la boca, pero sin dejar de atender los “cataplines” de su amado, lamiendo alternativamente uno u otro, ayudando las yemas de sus dedos y sus uñas ralas en la tarea de mantener “emocionado” a su hombre, porque eso es lo que quería, bajarle la “calentura” por ...
... debajo del punto de “ebullición” al que le hiciera llegar, para, cuando veía “aquello” ya más “calmadito, volver a la dura brega hasta lograr ponerle de nuevo “a caldo”, reiniciando entonces la “”refrigeración” de lo ”candente”. Por fin, y como de otra forma no podía ser, porque en esta vida todo llega, Juan se vino en ella, abundante, en “disparos” de su “arma” que no parecían tener fin, como si el “arma” fuera una ametralladora en ráfaga. O algo así, qué “quirís”, que todos exageramos las “virtudes” de nuestros héroes cosa fina. En fin, que la cosa es que Ana quedó perdidita en los flujos de su más que amado maridito de su alma, senos y canalillo, vientre y hasta la cara. Se incorporó, quedando, de rodillas, pero casi vertical, embadurnándose bien el cuerpo, pechos, vientre y hasta las nalgas, los muslos, recibieron su ración, quedando ella toda pringosa – Ves cariño; ahora apesto a ti Y riéndose se tendió a su lado; se abrazaron, besándose jubilosos los dos; Juan estaba como en una nube; la nube del amor satisfecho, del amor rendido a la mujer amada y correspondido por ella, y Ana en el sétimo cielo de los goces que el amor otorga a los amantes Enamorada a rabiar de su Juan, de su marido, de su hombre, queriéndole como nunca, realmente, le había querido. Feliz y dichosa, porque a él le veía dichoso y feliz, cifrando su propia dicha en la que ella daba a su marido, su hombre; hasta orgullosa de haberle sabido hacer tan dichoso. Se besaban, se acariciaban, se decían palabritas ...