1. Ya soy el puto del equipo (IV)


    Fecha: 30/08/2020, Categorías: Incesto Autor: janpaul, Fuente: CuentoRelatos

    ... cortara los pelitos que empezaban a salir. Fue taita la que me enseñó todo y no forzó mi orientación sino que me dejó suelto para que la descubriera. Por eso no extrañó para nada a Abelardo.
    
    Esa noche Abelardo cenó conmigo, nos acompañó como de costumbre mi taita tal como lo hace conmigo, aunque sus cenas son muy frugales para ella y abundantes para mí. Ella siempre dice que los jóvenes necesitamos comer. Luego nos fuimos a la televisión y estábamos muy intranquilos así que no nos gustó nada y nos metimos en mi dormitorio. Le invité a jugar en la consola, pero no le gustaba mucho, le mostré algunos de mis muñecos y muñecas, se detuvo a mirar varias, pero tampoco ahí entraba, prendí el ordenador y entré en páginas de contactos y pornográficas, a las que soy habitual, y tampoco. Así que no quedaba otra. Me fui desnudando y él hizo lo mismo, nos quedamos los dos desnudos y nos miramos a una distancia de un metro. Se me llenó la boca de saliva.
    
    Nos acercamos uno al otro y nos pusimos delante del espejo. Me gustaba Abelardo, pero él decía que yo soy más guapo que él y que tenía mejor cuerpo. Por mi parte se lo negaba y le decía que a mí me gustaba su cuerpo. Cogí el móvil y comencé a hacerle fotos de todo su cuerpo entero y por partes, un dedo, el pie, la rodilla, la axila abierta con su pelambre, el cuello, la nariz, el pene, el escroto, el ano, todo, cada foto pudo ser un beso y me prometí que la siguiente pasada lo sería. Llegó el momento, cuando dejé el móvil.
    
    El ...
    ... segundo turno fue tocarnos, es lo que tenía deseos Abelardo, solo que yo se lo iba adivinando. Abelardo quiso pasar sus manos y detenerse en cada órgano de mi cuerpo y me lo hizo pasar muy bien, yo iba sobando aquel lugar que dejaba a mi alcance en sus movimientos, pero Abelardo escogía y volvía a tocar aquellos lugares que le impresionaban, los pezones de mis tetillas, el pene, el agujero del culo, mis axilas y los ojos. Los ojos me los besaba.
    
    Luego, cuando ya noté que quería hacer otras cosas, comencé a besarle todo su cuerpo empezando por su cara —toda su cara, ojos, nariz, lóbulos de las orejas y labios—. Como no abría la boca, le di una suave dentellado a los labios y la abrió, metí mi lengua y le gustó. Nos entretuvimos intercambiando saliva, porque los sabores eran similares, aunque no el aliento. El aliento de Abelardo era suave como una brisa, y no tan caliente; el aliento de Abelardo era una mezcla de cardamomo y canela, o eso me parecía y me sigue pareciendo.
    
    Luego tomé el turno de su tronco, y le besé el cuelo, los hombros, el pecho, mordía suavemente las tetillas arrancando desde su estómago sus gemidos. Me entretuve en su ombligo, origen de su existencia; lamí el ombligo sin parar mientras mis manos jugaban con su trasero y mis dedos se acercaban a su agujero jugueteando allí a profundizar lentamente.
    
    Llegué al pubis, cuando Abelardo dejó de acariciar mi cara u metió sus manos sobre mis cabellos revolviéndolos, besé su polla que ya se había puesto dura, ...
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